Prosur o Pronorte: ¿qué pasó en Chile?

Abr 01, 2019

Gobiernos derechistas de América Latina tratan de sustituir bajo el paraguas de Estados Unidos (EE.UU.) organismos integracionistas de esa región basados en la solidaridad, por otros de sustentación capitalista, a la vez que intentan, además, derrocar al legítimo presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y a la Revolución Bolivariana que lidera.

Ese fue el propósito de la reciente reunión celebrada en Santiago de Chile bajo el auspicio del presidente Sebastián Piñera con sus pares de ideología conservadora. En la mira, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), fundada en 2008 para crear, en su lugar, el llamado Foro por el Progreso y el Desarrollo de América Latina, conocido como Prosur, bajo la orientación de los asesores de política exterior de la Casa Blanca.

Piñera, poseedor de la mayor fortuna personal de Chile, quizás intentó, con esta cita, mejorar su imagen pública después del ridículo que hizo el pasado 23 de febrero al presentarse eufórico en la frontera colombo-venezolana, para junto a otros tres de sus homólogos y el vicepresidente norteamericano Mike Pence, entregar una supuesta ayuda humanitaria a los venezolanos y recibir a supuestos desertores en masa de las fuerzas armadas bolivarianas.

Nada sucedió. Se fotografiaron junto al autoproclamado presidente interino de Venezuela Juan Guaidó —el hombre de las mentirosas promesas— y se quedaron con el deseo de pasar al lado venezolano como triunfadores. La ayuda, procedente de EE.UU. por 20 millones de dólares, no pasó al otro lado y solo un grupo de soldados no pudo resistirse al dinero ofrecido por su traición.

Reconocido empresario, amigo personal de Iván Duque, el mandatario colombiano que anunció Prosur en enero pasado, Piñera era el indicado para invitar a sus pares, coincidentes todos en el derrocamiento de Maduro con métodos de guerra no convencionales. Con su caída, piensan ellos, se cumpliría el deseo del controvertido Donald Trump de suprimir para siempre el socialismo en Latinoamérica, con alusiones directas, además, a Cuba y Nicaragua.

A la cita del pasado día 22 asistieron los mandatarios de Brasil, Jair Bolsonaro, —quien intenta celebrar como fecha patriótica el día que se instauró la dictadura militar en su país en 1976—, el peruano Martín Vizcarra, el argentino Mauricio Macri, con graves problemas socio-económicos, Duque, principal aliado de EE.UU. en la región en los planes atentatorios contra el gobierno de Caracas, el ecuatoriano Lenin Moreno, acusado de corrupción, y Mario Abdo, de Paraguay.

Los grandes ausentes fueron los líderes de Bolivia y Uruguay, Evo Morales y Tabaré Vázquez, respectivamente. Bolivia envió a su vicecanciller Carmen Almenares (la única que no firmó la declaración final de Santiago, y Montevideo a un representante de segundo nivel, en calidad de observadores. Tampoco estaban Guyana y Venezuela, que no fue invitada.

O sea, estaban presentes siete de los 11 presidentes del cono sur, lo que, según observadores, restó brillo al convite de Piñera.

Se trató entonces, más que todo, de una reunión de amigos de ideologías similares, aunque Bolsonaro es considerado un fascista. Detrás de las cortinas está el conocido ultraderechista estadounidense Elliot Abrams, uno de los coordinadores del proceso desestabilizador venezolano y aglutinador de las fuerzas reaccionarias suramericanas.

Abrams estuvo preso hasta que el exmandatario George W. Bush lo indultó y lo colocó en un cargo privilegiado para organizar la guerra contra Iraq, basada en mentiras luego puestas al descubierto ante la comunidad internacional.

Este individuo había sido acusado y condenado por crímenes de lessa humanidad en la guerra civil salvadoreña por la masacre de El Mozote, y era uno de los encubiertos jefes de la contrarrevolución en Nicaragua en los años 80 del pasado siglo, cabeza del escándalo Irán-Contra.

Llamado por Trump para que lo asesore en el tema Venezuela, simboliza lo peor del conservadurismo estadounidense. También estuvo involucrado en el fallido golpe de Estado contra Chávez en el 2002.

Es irónico que Piñera alegara que Unasur debía desaparecer porque “es una institución con exceso de ideologismo”, cuando en su cita de apenas tres horas y una ceremonia final de minutos en el Palacio de La Moneda, Prosur nació bajo el padrinazgo de la crema y nata de la derecha latinoamericana que, con seguridad, se entenderá solo con el capital internacional.

Queda claro que el fin es destruir los proyectos progresistas destinados a equilibrar las sociedades latinoamericanas bajo principios humanistas fundados cuando una corriente revolucionaria y progresista llegó a Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Venezuela.

Desde el triunfo del finado presidente venezolano Hugo Rafael Chávez Frías en 1989 fueron creadas como una nueva forma colectiva de integración, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (Alba), Unasur, —de las cuales se retiró Ecuador por decisión de Moreno— Petrocaribe, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que declaró la región como zona de paz.

Ahora, bajo la guía de Abrams, surge la nueva entidad sin mucha sustentación, ya que los presentes en Santiago carecen de moral para hablar de fortalecer la democracia y representar a la región bajo un liderazgo “desarrollista”, cuando promueven la caída de un gobierno surgido en las urnas, a su presidente y el proyecto político Socialismo del Siglo XXI iniciado por Chávez.

La reunión de Santiago, en la que Piñera sostuvo que “los días de Maduro están contados” se une a la comparsa contrarrevolucionaria de Trump y Guaidó, la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Grupo de Lima (al que varios pertenecen).

Esta cita puso al desnudo que Prosur y los corifeos de Washington integran una alianza ultraderechista, prosionista, y militarista, aunque hablen de organismos sin ideología.

El analista político Martín Pastor, entrevistado en el programa EnClave Política, transmitido por teleSUR, afirmó que Prosur “es un nuevo foro público de presión política (que se enfocará) contra Venezuela, va a ayudar si en algún momento se buscara algún tipo de intervención en Venezuela”.

Pastor observó que Trump, “no tiene miedo en aplicar la Doctrina Monroe, pues entiende a América Latina como su patio trasero. Lo que vemos en Prosur es un concurso de ver quién es más sumiso al presidente de EE.UU.”.

UNA LÁPIDA SOBRE UNASUR

Durante la corta reunión no se trataron asuntos medulares que le preocupan a la ciudadanía, ni soluciones a los graves consecuencias que han traído los acuerdos firmados, por ejemplo, por Argentina y Ecuador con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El punto final lo puso la llamada Declaración de Santiago, con gran parafernalia de la prensa hegemónica —siempre presente en Chile— con seis puntos que contradicen los verdaderos intereses de la derecha.

Al parecer, sin recursos de peso para formar una supuesta entidad económica, redactaron un texto en el que se observa una gran diferencia entre lo que plantean en el papel y su conducta contra Venezuela.

En su punto 5, el texto menciona “el respeto al principio de la soberanía e integridad territorial de los Estados, con respeto al derecho internacional”, un principio que violan repetidamente, y que lo diga Piñera que trató de entrar en Venezuela como un adalid victorioso en febrero pasado.

Alineado con Washington, Prosur también —y no puede perderse de vista— será utilizado para tratar de diluir la fuerte presencia económica de China y Rusia en Latinoamericana, donde mantienen importantes acuerdos bajo la máxima del respeto a la soberanía de los países, un principio desconocido por las oligarquías financieras.

El canciller venezolano Jorge Arreaza, que de continuo desenmascara desde la diplomacia revolucionaria a los guerreristas conservadore,- llamó “a admitir que con Prosur impulsan la creación de un organismo alineado al gobierno de Estados Unidos para agredir a Venezuela. Los pueblos de Nuestra América siempre aprecian la verdad. Sería más sincero asumir y confesar abiertamente que en realidad se trata de Pronorte”, según publicó en su cuenta en la red social Twitter.

Para experimentados analistas, como Manuel Cabieses Donoso, “ese modelo oligárquico, represivo y autoritario no tiene futuro en América Latina. La situación actual de hegemonía reaccionaria es un paréntesis en nuestra historia”, según escribió en Punto Final.

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