Troyanos en Brasil

28 de abril, 2016
Por Esteban de Gori y Camila Vollenweider/CELAG.-
Los troyanos aparecieron y tambalearon a Dilma. Dinamitaron el orden lulista y se están llevando todo puesto. Algunas ciudades congregaron a millares de petistas, pero todos parecen atónitos, calibrando el golpe y los futuros pasos. Todo tipo de estrategias fueron utilizadas para erosionar su figura y golpear la decisión de las últimas elecciones. La Constitución se transformó en una caja de herramientas para abrir el camino a la destitución de Dilma y el desgaste del petismo. El límite que supone todo orden constitucional a las autoridades fue transformado en el límite mismo a un tipo régimen político. El cambio de giro que se presenta en la región impulsó a los actores a una mayor virulencia. Menos Venezuela, más Argentina. Es la primera vez que la palabra ‘Argentina’ resuena bien entre las élites.
La corrupción, que no es propiedad exclusiva de algunos miembros del PT, sino de casi toda la clase política, intentó ser el punto de condensación de diversas acciones. Es una ‘palabra’ habilitante. La crisis económica, la carestía y los errores de la administración ‘dilmista’ le otorgaron otras significaciones a la ‘corrupción’, cuestión que la oposición logró construir y amplificar con cierta eficacia.
La política y sus discursos son maravillosos. El motivo en el cual se basa este proceso, las llamadas pedaladas fiscales — “maquillar” el uso de fondos de bancos públicos para financiar programas de gobierno— apareció en contadas ocasiones en los discursos de los parlamentarios. Muchos diputados parecían poseídos por una moral que articulaba alusiones a la patria, la familia, los nietos y Dios. Restituir la ‘familia brasileña’. Llevar lo privado a lo público sin cortapisas. Una gran retórica religioso-cívica que se apropia y establece un moralismo para el presente y el futuro. Un teatro que solo deslegitima la política y profundiza la desafiliación.
La Cámara de Diputados fue un coliseo. Dar vida o dar muerte al lulismo. De eso se trataba. La corrupción fue el vocablo que resonó recurrentemente en el recinto. Corrupción y moral religioso-republicana se articularon en los discursos de muchos diputados que tienen abiertas —paradójicamente— causas en la justicia, incluido el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha (PMDB)
(De Cambio.bo)