#Perú: Un futuro incierto

Feb 06, 2017

Por Gustavo Espinoza M. (*)

No debiera sorprender a nadie decir que, en el Perú, el futuro es incierto. Por lo general, siempre el futuro, en todas partes, es incierto. Nadie puede prever lo que ocurrirá. Pero si esto es verdad en abstracto,  resulta particularmente claro en nuestro país, donde lo único seguro, es un futuro incierto.

Diversos acontecimientos han ocurrido en las últimas semanas que abogan en pro de este “presagio”. Pero estos, en  los días  más recientes, han  dejado una estela de incertidumbre mayor, que amenaza seriamente el escenario nacional.

En los últimos años las autoridades han desarrollado comprensibles esfuerzos para educar a la población enseñando un comportamiento definido para el caso  de un terremoto. Estas prácticas se han visto alimentada por  ciertas especulaciones referidas a la predisposición sísmica de nuestro territorio, y al “silencio”  que se ha registrado aquí en la materia, en los últimos lustros.

Muchas partidas se han consignado y elevadas sumas de dinero se han gastado enseñando a la gente cómo hacer  para abandonar los edificios en el caso de un  episodio así;  además de cubrir los imponderables que pudieran ocurrir después de una catástrofe de ese corte.

Pero a nadie se le ocurrió que lo que habría de suceder, no sería propiamente un terremoto, sino un conjunto de aluviones -que en el Perú se llaman “huaicos”-  derivados de lluvias, virtualmente desconocidas en buena parte de nuestras costas y en otras partes del territorio nacional.

Un terremoto puede provocar daños   muy severos, pero por lo general ellos ocurren en un  lugar preciso, en la zona en  la que se sitúa el fenómeno.  Y pueden dañar vidas humanas y bienes materiales en las regiones afectadas por la onda. Pero los aluviones que hoy ocurren en suelo peruano lucen peores que cualquier sismo.

Suceden virtualmente en  todo el territorio y muestran muy variadas expresiones. Regiones tan disímiles como Ica, Arequipa, Lima, Piura, Huancavelica, Tumbes,  Chiclayo  o Trujillo; se  han visto seriamente dañadas. Pero eso mismo se ha registrado en la amazonia: Iquitos, Pucallpa o Moyobamba, han  sufrido los efectos de las lluvias y otras calamidades del mismo signo.

En la capital, distritos enteros, como Chosica, Chaclacayo, Ate Vitarte, San Juan  de Lurigancho, o el Rímac han registrado daños infinitos: pérdida de vidas humanas, desplome de viviendas, caídas de cerros, destrucción  de pistas, como la Carretera Central y otras; inundaciones y pérdidas de muy difícil reposición.

El desplazamiento de personas y  vehículos, ha sido bloqueado en distintos puntos del país; y los daños materiales sobre las  poblaciones ribereñas y localidades aledañas, han rebasado todos los estimados.

 ¿Alguien preparó a la población para enfrentar esta catástrofe? ¿Se hicieron “simulacros” para este fin? ¿Se destinaron partidas y presupuestos para tal objeto? Claro que no, pero con seguridad, a partir de ahora, partidas habrá, y serán anuales; sólo que acontecimientos de este tipo no ocurren  siempre. El anterior -bastante más moderado- sucedió en 1998, es decir hace 19  años. Pero la burocracia, encontrará el modo de consignar presupuestos que le habrán de servir para enriquecerse.  

Socarronamente se podría decir que los hechos, han  variado sustantivamente el contenido de los noticieros televisivos: ya no hay muertos, nadie  ha matado a nadie. No hay una mujer violada, ni un  ciudadano  descuartizado. Tampoco un asalto, un robo, o un secuestro.  Las bandas delictivas se han evaporado de la mención televisiva, o iniciado un  periodo vacacional. Los “informativos” pasan, a cada instante, vistas de la tragedia en uno u otro rincón de la patria.

Pero las perturbaciones no son sólo climáticas. Un congresista del partido del gobierno dio a  conocer su existencia política  con un pedido oscuro: en un  evento referido a temas de educación.

El parlamentario Moisés Guía Pianto aseguró que era partidario de declarar, en forma inmediata, la Vacancia de la Presidencia de la República.  La insólita propuesta ganó primeras planas  en la  “prensa grande” y en la TV de nuestros días;  en tanto que la opinión  pública supo de la existencia de este, casi anónimo, Padre de la Patria. .

La “propuesta”,  no cayó como un rayo en un cielo sereno. Formó parte de un “paquete” político  ciertamente más complejo.   En los  últimos días, se agudizaron las tensiones entre el Ejecutivo y el Congreso  -vale decir, entre el gobierno y la Mafia- al tiempo que comenzaron a caer los primeros palitroques del “caso Odebrecht”: funcionarios intermedios del exgobierno de Alan García, caracterizados como “receptores” de coimas y sobornos repartidos por doquier entre distintos segmentos de la clase dominante.

Pareciera que este tema,  asoma como telón de fondo de algunos otros: cuando los congresistas “exigen” que Procuradores y Fiscales asistan al Legislativo e “informen” acerca del “avance” en  las investigaciones del tema, simplemente quieren  abortar las indagaciones judiciales para poner a buen  recaudo  a personajes seriamente comprometidos en estos menesteres.

Y es que resulta claro que los que  “han caído” –“las ratas”, como les dice García- no podrían haber actuado por cuenta propia ni administrado solos las sumas que han recogido: alguna mano -aún escondida- digita piezas tras las bambalinas.

A propósito de esto, el ingenio popular sigue siendo chispeante: asegura así que “ratas”, es el seudónimo que usan los apristas cuando los pillan con   las manos en la masa.  Antes, se llaman simplemente “compañeros“.

A esa mano oscura le interesa incentivar otros temas: la vacancia presidencial, por ejemplo. Y hay quienes, prestos a ello, inician  un debate que sólo beneficia a Keiko Fujimori. El diario “Perù 21” –de la cadena de  El Komercio- ubica al presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en “caída libre” aludiendo a presuntos   “estimados de encuestas”, en tanto que se suceden “informes”  en torno a la supuesta “incapacidad mental” o la “demencia senil” del mandatario; cuando no discursos “patrióticos” que arguyen “servilismo” ante Chile. Todo, apunta a lo mismo.   

Y es que, si se repitiera en el Perú la experiencia de noviembre del 2000 -la vacancia de la Presidencia de la República- la titular del Congreso -Luz Salgado- podría hacerse de la  banda presidencial por unos meses, para convocar  nuevos comicios;  y entregar el gobierno a ….¡Keiko Fujimori!  ¿Alguien lo duda?    

Y es que “los medios”, cuando  hablan de “corrupción”, la sitúan en el marco de los gobiernos de  Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala; pero no al fujimorismo. Y cuando se ven  forzados a hacerlo, aluden a Alberto Fujimori, pero no a Keiko. A ella, simplemente, no la tocan.

Creen, de ese modo,  “mantener limpia” la imagen de la Carta Política de la Mafia, para ponerse a su servicio en  un  nivel más alto, apenas eso, sea posible. Fracasaron ya en el 2011 y en el 2016, pero bien quisieran “patear el tablero” y no esperar más: la impaciencia de Keiko no resistirá hasta el 2021.

Claro que todo esto ocurre en un escenario estático en el que  cuenta sólo la voluntad y el quehacer de la clase dominante. Pero ya en el Perú asoman vientos nuevos: el pueblo está hablando, y lo está haciendo con habilidad y astucia pero, sobre todo, con  fuerza: lo de Conga fue un primer paso; pero más recientemente acontecimientos como Puente Piedra  o el Cusco -a propósito del Aeropuerto de Chincheros-   indican el camino independiente de las masas.

 Aunque el futuro es incierto, en el Perú de hoy nada está perdido. Todo, está por definirse. (Pensando Américas)

(*) Historiador y periodista peruano