Fidel Castro: “El revolucionario no concibe cosas imposibles”
Fidel Castro: “El revolucionario no concibe cosas imposibles”
El 10 de septiembre de 1964, Fidel Castro pronunció un discurso en la graduación de 250 médicos, donde explicó los desafíos futuros, la importancia de la profesión y proporcionó datos sobre la formación de médicos en Cuba y América Latina.
Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas comparten fragmentos con sus lectores de aquella alocución donde también definió qué significa ser un revolucionario.
¿Cuál es el papel de un revolucionario?
Ser impacientes es propio de revolucionarios, desde luego —los que no son revolucionarios no se impacientan nunca, porque piensan que el tiempo lo arregla todo y que los siglos pueden arreglar algunos males presentes—, y a mí me parece que la impaciencia es una de las características del revolucionario. Pero el revolucionario debe saber domar su impaciencia y no permitir que la impaciencia lo domine a él. En muchos aspectos del trabajo creador de la Revolución, nunca sacrifiquemos la impaciencia, pero nunca sacrifiquemos la meta, y si es preciso, sacrifiquemos primero la impaciencia que la meta.
Los revolucionarios debemos tener una conciencia muy clara de nuestros caminos, y una confianza muy sólida en la victoria.
(...) El revolucionario no concibe cosas imposibles, el revolucionario concibe cosas posibles. Pero la voluntad del revolucionario no se detiene jamás ante lo que concibe posible, y es un problema de voluntad, es un problema de firmeza, es un problema de convicción, es un problema de confianza. Y los hombres que conciben posibles con la inteligencia las cosas, y no las conciben con la voluntad, no pueden ser revolucionarios, no son revolucionarios. Revolucionarios son aquellos que las conciben con la inteligencia y las realizan con la voluntad. Y esa fuerza, el tesón, la voluntad del revolucionario es lo que lo caracteriza, porque no es revolucionario el que se proclama a sí mismo como revolucionario, o quien comprende teóricamente un problema y solamente de una manera teórica, sino quien es capaz de llevarlo a cabo de una manera práctica, de una manera real.
Y, por eso, en dos sentidos se desarrolla el revolucionario: se desarrolla su inteligencia, su conciencia; se desarrolla su experiencia y se desarrolla su capacidad de ejecución. Y a cada etapa, a cada etapa nueva, nuevas tareas, a cada etapa nuevas consignas. De ahí la importancia que tiene la formación de los hombres, la formación del pueblo, la formación de los jóvenes, la preparación técnica, la capacitación técnica, sin la cual un pueblo está imposibilitado de hacer nada, porque hay un problema de medios de producción, pero un problema todavía más esencial: la capacidad de emplear esos medios, la capacidad de aplicar la ciencia, la capacidad de aplicar la técnica, la capacidad de aplicar los métodos correctos.
La batalla ideológica ha entrado en su punto más álgido
(...) Y no hay duda de que este pueblo estará a la altura de esa historia, de esa tarea que le ha correspondido hacer, que le ha tocado realizar.
Y por eso les decía que la batalla ideológica ha entrado en su punto más álgido; pero esa batalla no hay que ganarla solamente en teorías, no hay que ganarla solamente con convicción filosófica; hay que ganarla con realidades, hay que ganarla con hechos, hay que ganarla en la práctica, hay que ganarla día a día, hora a hora, minuto a minuto, en cada frente de nuestro trabajo, en cada tarea de cada día, superando nuestras deficiencias, superando nuestros métodos, haciendo cada vez más eficaz y más creador el esfuerzo revolucionario. Y hacerla sin desaliento, y hacerla sin medir las dificultades y los obstáculos, que si ser impacientes es una virtud de los revolucionarios, tener confianza en el éxito es otra virtud de los revolucionarios, y saber decir que nada es imposible es otra virtud de los revolucionarios; porque para el revolucionario el “no puedo” no existe, para el revolucionario no hay obstáculo imposible de vencer, para el revolucionario no hay tarea social imposible; y múltiples ejemplos nos enseñan este hecho, esta verdad, en múltiples aspectos.
Los distintos campos se van uniendo
(...) De ahí la importancia que tiene para nosotros la formación de los jóvenes, la educación de los jóvenes, la preparación de los jóvenes; de ahí la importancia que tienen las universidades, la importancia que tienen los institutos tecnológicos, los centros de enseñanza; de ahí la identidad que existe entre estudiante y Revolución; de ahí esa unión estrecha y cada vez más sólida entre pueblo y Revolución, entre obreros, campesinos, estudiantes y técnicos; porque, además, cada día más y más los estudiantes universitarios y los estudiantes de todos los centros, cada vez más y más, serán provenientes de las capas más humildes del pueblo.
Pero la Revolución, nuestra Revolución, se forjó en esa unión estrecha, nació de esa unión estrecha. Y así participaron los estudiantes, como participaron los campesinos, como participaron los trabajadores, y pagaron su tremenda cuota de sacrificio y de sangre. Y ha sido característica de la Revolución esa identificación, esa unión que hace posible las grandes tareas realizadas. ¿Cómo se habría podido hacer la alfabetización sin los estudiantes?
Esa unión que hace posible el futuro del país, que hace posible la emoción de estas graduaciones, que hace posible la concurrencia en esta sala de los trabajadores, de los estudiantes universitarios, de los profesores, de los graduados, de los estudiantes de los diversos cursos, de los estudiantes de las escuelas de enfermeras, es lo que hace posible esta invencible fuerza, (...) y que hemos de lograr esforzándonos, trabajando, estudiando, investigando, porque en el campo de las investigaciones tenemos que trabajar y en el campo de las investigaciones pronto contaremos con recursos, con medios, con elementos para las investigaciones científicas y para las investigaciones médicas. Y así pronto, a principios del próximo año, contaremos con uno de los centros de investigaciones mejor equipados de toda la América Latina para realizar investigaciones científicas, investigaciones médicas.
La ignorancia secular, la falta de conocimientos técnicos, la falta de conocimientos sobre los recursos de nuestro propio país y las posibilidades de nuestro propio país, hay que superarlas estudiando, investigando. Y verán ustedes, a medida que marchan en la vida, los compañeros que se gradúan y los que se vayan graduando, cómo los distintos campos se van uniendo.
Una nobilísima profesión
(...) Miles y miles de personas durante las vidas de ustedes, esperarán de ustedes que les lleven el alivio, esperarán de ustedes que les lleven la salud, esperarán en muchas ocasiones milagros de ustedes. Y más de una vez sufrirán otro trauma peor que la bioquímica, más aterrador que la bioquímica, más doloroso; serán aquellas veces en que se sientan impotentes ante un mal, impotentes ante una enfermedad, impotentes ante la posibilidad de darle a alguien lo que espera de ustedes; y que bien comprendido, no los desalentará sino que los llevará a superarse cada vez más, a estudiar cada vez más.
Es esta una nobilísima profesión, un humanitarísimo trabajo que la Revolución rodea de las condiciones más nobles, de las condiciones más sanas; que la Revolución redime de todo egoísmo, de todo mercantilismo; que la Revolución rodea de respeto, que la Revolución rodea de estimación. Y en estas condiciones, ustedes, la primera generación de médicos, formados enteramente bajo la Revolución, la primera generación de médicos que surge a trabajar llevando con ella el sello de una nueva época. Todos somos necesarios, todos somos útiles, todos tenemos que ayudarnos. Con la ayuda de sus profesores adquirieron ustedes los conocimientos que hoy poseen y ellos se sentirán orgullosos del trabajo de ustedes, del éxito de ustedes.
(PA - Cubadebate)