Fidel Castro: el estratega del Sur Global que desafió al poder

En cada aniversario de su nacimiento, el nombre de Fidel Castro reaparece con fuerza en el debate internacional. Más allá de los juicios ideológicos, su legado para el Sur Global es innegable, siendo un pequeño país que, bajo su liderazgo, se convirtió en actor clave de la política mundial y en símbolo de soberanía para los pueblos del Sur.
Desde que tomó el poder en 1959, Castro entendió que la independencia política no podía sostenerse sin independencia económica. Su rechazo a las recetas dictadas por Washington le ganó tanto admiración como enemistades.
Fidel no solo defendió la autodeterminación cubana, hizo de la solidaridad internacional un eje central de su política exterior. Miles de médicos, maestros e ingenieros cubanos fueron enviados a África, Asia y América Latina, atendiendo a comunidades olvidadas por el sistema global. Las misiones médicas en Angola, el apoyo a los procesos de liberación en Mozambique o Namibia, y la presencia en las zonas más pobres de Venezuela o Haití son parte de una diplomacia que usó la cooperación como arma de prestigio y poder blando.
En el Movimiento de Países No Alineados, Fidel ejerció un liderazgo que trascendió el tamaño y los recursos de su país. Denunció con contundencia la deuda externa que asfixiaba a los países del Sur, cuestionó el intercambio desigual que favorecía a las economías desarrolladas y defendió la idea de un orden económico internacional más justo. Muchos de esos planteos, considerados radicales en los años 70 y 80, hoy forman parte del lenguaje común de foros como los BRICS o la CELAC.
Para gran parte del Sur Global, su figura sigue encarnando la posibilidad de resistir las presiones externas y de construir una agenda autónoma. Fidel Castro dejó un legado que combina audacia estratégica, compromiso con la justicia social y una visión de integración entre los pueblos del Sur que sigue inspirando a líderes y movimientos políticos en el siglo XXI.