El #Che en #Bolivia: La emboscada a la retaguardia guerrillera (I)

Ago 22, 2017

Por Froilán González y Adys Cupull

El 31 de agosto se cumplen 50 años de la desaparición física de los guerrilleros del grupo de la Retaguardia al mando del cubano Juan Vitalio Acuña Núñez (Joaquín), que cayó en la emboscada del Río Grande.

Ese día fueron masacrados los cubanos Juan Vitalio Acuña, (Joaquín), Israel Reyes Zayas (Braulio) y Gustavo Machín Hoed de Beche (Alejandro), y los bolivianos Moisés Guevara Rodríguez, Apolinar Aquino Quispe (Apolinar) y Walter Arancibia Ayala (Walter), y torturado y asesinado Freddy Maymura (Ernesto); y el 4 de septiembre, asesinado el médico peruano Restituto José Cabrera Flores (Negro), en el río Palmarito. Posteriormente fue encontrada Tania, sin vida, cerca del río, lejos del vado donde se produjo la emboscada.  

Antecedentes

Después del combate del 23 de marzo de 1967, quedaron en la zona guerrillera el francés Regis Debray, el argentino Ciro Roberto Bustos, el peruano Juan Pablo Chang-Navarro (Chino) y Haydée Tamara Bunke (Tania).

El 16 de abril el Che decidió acompañar al francés y al argentino rumbo a Muyupampa, población situada en el camino Camiri – Sucre. También decidió que el médico peruano Restituto José Cabrera Flores (Negro) se quedara al frente de la atención de los enfermos, entre ellos Tania, el cubano Gustavo Machín Hoed de Beche (Alejandro), ambos con fiebre alta; los bolivianos Moisés Guevara Rodríguez, con un fuerte cólico de las vías biliares, y Serapio Aquino Tudela, con problemas en una pierna. El 17 acamparon en las cercanías del caserío Bella Vista con la indicación de mantenerse en ese paraje hasta el regreso del Che y sus compañeros.

También quedaron en ese lugar los cubanos Joaquín, como jefe de la Retaguardia, Israel Reyes Zayas (Braulio), Antonio Sánchez Díaz (Marcos); los bolivianos Freddy Maymura Hurtado (Ernesto), Antonio Jiménez Tardío (Pedro o Pan Divino), Apolinar Aquino Quispe (Apolinar), Walter Arancibia Ayala (Walter), Casildo Condori Cochi (Víctor) y cuatro hombres que iban a ser  licenciados, Julio Velazco Montano (Pepe), Eusebio Tapia Aruni (Eusebio), Hugo Choque Silva (Chingolo) y José Castillo Chávez (Paco).

Dos de los sobrevivientes ofrecieron los testimonios que esclarecen lo sucedido en la Retaguardia: los bolivianos Eusebio Tapia, quien formó parte del grupo hasta los primeros días de agosto y José Castillo, Paco, único sobreviviente de la masacre que se produjo el 31 de agosto que publicamos en nuestro libro “De Ñacahuasú a La Higuera”, de cuyas entrevistas tomamos algunos fragmentos.

Eusebio narró que estuvieron casi tres meses cerca del río Yaqui, en la punta de un prado que se llama Bella Vista, desde donde una comisión fue a visitar a los campesinos para recoger víveres.

Hubo combates cerca, se sentía el vuelo de los aviones, bombardeos y disparos. El campamento lo ubicaron sobre el arroyo que pasaba ligeramente por una planicie entre dos lomas, en un lugar que se llama El Hueso, a unos 10 kilómetros de las casas de los campesinos. Joaquín decidió atacar al ejército para que el grupo del Che conociera que estaban allí. Otro día fueron a buscar alimentos, encontraron unos caballos salvajes y en ese momento Pepe (José Velazco), abandonó la guerrilla, el ejército lo sorprendió, apresó, torturó y asesinó.

Eusebio afirmó que los campesinos fueron muy serviciales y amistosos; por eso el ejército quemó sus cosechas, los obligaron a abandonar sus casas y la zona quedó desocupada. Los guerrilleros permanecieron rodeados por el ejército, con varios enfrentamientos, algunos combates y falta de alimentos.

En Bella Vista estuvieron casi tres meses. Tania se recuperó rápido y era la que mantenía informado al grupo. Captaba noticias de Bolivia, Cuba, Chile, Perú y Argentina a través de un pequeño receptor.

El 2 de junio el cubano Antonio Sánchez Díaz (Marcos) y el boliviano Casildo Condori Cochi (Víctor) murieron en una emboscada, en un sitio conocido como Peñón Colorado. Dice Eusebio que no pudieron ir a recoger los cadáveres porque los soldados seguían emboscados. Allí estuvieron más de una semana hasta que varios compañeros fueron a enterrarlos.

En 1984, en Lagunillas, Belizaida Arteaga, dio su testimonio para la investigación histórica, publicado en nuestro libro “De Ñacahuasú a La Higuera”, donde afirmó que un ex soldado le contó que los propios guerrilleros los sepultaron  en Peñón Colorado, pero que un tiempo después los campesinos Domingo García, Carlos Rodas y Zenón García, los enterraron de nuevo, porque los animales del monte los desenterraron, que ellos sabían el lugar. Belizaida nos llevó a la casa del ex soldado, quien dio su testimonio y corroboró lo expresado por ella.

El 11 de abril del 2000 el equipo de especialistas cubanos dirigidos por el doctor cubano Jorge González, encontró en la zona de Bella Vista los restos de Marcos y Casildo, que fueron trasladados a Cuba, y el 8 de octubre del 2000, depositados en el Complejo Escultórico “Ernesto Che Guevara” de la ciudad de Santa Clara. Las informaciones de los campesinos fueron muy valiosas para el hallazgo.

Eusebio continuó: “Tania ya estaba recuperada y no tenía necesidad de que la ayudáramos; caminaba bastante, como todos nosotros, aunque tratábamos de ayudarla, porque el hombre siempre es sensible con las mujeres, tratábamos de ayudar, pero ella no necesitaba y no quería, era uno más. Yo sentía tal vez que era como una madre, llevaba en un bolsito azul, puesto en el hombro, y por su sensibilidad recogía, piedrecitas bonitas y de colores.  Caminamos bastante y acampamos.”

Eusebio siguió narrando que continuaron caminando y Serapio (el boliviano Serapio Aquino Tudela) salió adelante y en una curva advirtió la presencia de los militares, se ocultó detrás de unas piedras y comenzó a alertarlos y en el momento que dice. “Alto: ¡El ejército!”, se escuchó una ráfaga y expresó:

 “Yo conocí que el ejército le decía a Serapio que se callara la boca porque la intención era que el grupo entrara completo y aniquilarnos allí; pero Serapio nos salvó la vida, por eso digo yo que él murió como un héroe… era el 9 de julio y se lo llevaron para Lagunillas y allí lo enterraron…”.

El 12 de julio el Che escribió en su Diario que la radio trajo la noticia que parecía verídica en su parte más importante, porque hablaba de un combate en el Iquira con un muerto de parte de los guerrilleros, cuyo cadáver llevaron para Lagunillas. La euforia sobre el cadáver indicaba que algo de verdad había en el caso.

Con esas informaciones llegamos a Lagunillas en 1984, donde entrevistamos   a Ernesto Barba, Subprefecto de esa ciudad en 1967, testimonio que publicamos en nuestro libro “De Ñacahuasú a La Higuera”.  Nos recibió amablemente y aseguró que dos guerrilleros fueron sepultados en el cementerio de Lagunillas. Explicó que no los enterraron en cajas, solo envueltos en unas frazaditas, que llevaron los pobladores, que cuando cumplió un año, fue a ponerles una velita limpia, pero ya tenían velas nuevas y muchas flores: otras gentes habían ido antes que él.

Hilda Blanco, una de la más antigua residente de Lagunillas, que asistió al entierro, narró que estaba su compadre, Santos Alderete, quien cada año el día de los muertos les llevaba flores y encendía velas; y afirmó: “Cuando llegaron los cubanos para buscar los restos de los guerrilleros, vinieron a verme. No sé quién les dio mi nombre. Los atendí bien y los llevé a la casa de mi compadre Santos Alderete, que sabía mejor que yo. Él los llevó al cementerio y ayudó a cavar las tumbas”.

El 9 de febrero del 2000, en el cementerio de Lagunillas, los especialistas cubanos encontraron los restos de Serapio Aquino Tudela, que fueron trasladados a Cuba y el 8 de octubre del 2000, colocados en el nicho correspondiente del Conjunto Escultórico “Ernesto Che Guevara” de la ciudad de Santa Clara.

Según el testimonio de Eusebio, después de la muerte de Serapio, se dirigieron hacia el camino de Sucre a Camiri, y cerca de Ticucha, Alejandro (Gustavo Machín Hoed de Beche), detectó la presencia de soldados y comenzó a disparar. Se hizo una línea de resistencia para detener el avance. Fue un combate muy fuerte. El ejército tenía rodeada la zona. Los guerrilleros lograron continuar la marcha durante varios días.

Paco aclaró que en otro de los combates, en los primeros días de agosto, Eusebio y Chingolo se quedaron organizando las mochilas y cuando ellos regresaron al campamento lo habían abandonado.

Los demás guerrilleros tomaron el pueblito de Chuhuayaco (en quechua agua clara), situado sobre una falda del macizo montañoso Iñao. Que Joaquín pensaba salir al camino principal de Sucre-Camiri, tomar algún camión con víveres, para hacer sentir su presencia, pero al detectar la existencia de ese pueblito, decidió tomarlo y proveerse de alimentos.

Moisés Guevara les habló en quechua a los campesinos, les dijo que se habían levantado contra las injusticias en el país, contra el gobierno de turno que permanentemente mantenían el atraso, miseria y hambre. Los campesinos escuchaban con atención.

El 9 de agosto, los guerrilleros se internaron nuevamente en la serranía del Iñao y prepararon una emboscada, pero el ejército estaba en la ladera opuesta y comenzaron a bombardear con morteros, lo que provocó una columna de humo. Fue Braulio el primero en cruzarla y comenzaron a dispararles, Pedro (Antonio Jiménez Tardío) llegó a la mitad de la loma y cayó.

Eusebio Tapia explicó que estaba enterrado en el cementerio de Lagunillas. Hilda Blanco y Ernesto Barba también proporcionaron esa información. Sus familiares exhumaron el cadáver y lo trasladaron a Cochabamba, en una ceremonia privada.

El grupo de Joaquín continuó la marcha, tratando de encontrarse con el del Che. Tras varios días, llegaron a las cercanías del Río Grande. Se encontraron con unos campesinos con un arría de burros que llevaban a la feria de Vallegrande. Le compraron uno que salcocharon y comieron. Al día siguiente continuaron la marcha rumbo al Río Grande. (Pensando Américas)

Continuará…