Cuba, que sigue amaneciendo después de Obama
23 de marzo, 2016
Por LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
No existe un antes y un después de esta visita para nuestra historia y no es el parteaguas que algunos se adelantan en decir...
Cerca de las cuatro de la tarde de este martes, el Air Force One —la llamada Casa Blanca hecha avión— despegó del aeropuerto internacional José Martí. Con un ruido ensordecedor se fue empequeñeciendo en el cielo de esta Isla uno de los mayores emblemas de la presidencia estadounidense. Mientras, en la pista, el presidente cubano Raúl Castro Ruz, tras acompañar a Barack Obama a la escalerilla de la nave, esperó, como hace cada vez que acude a despedir a sus invitados, hasta que las nubes borraron los 370 metros cuadrados del Boeing 747-200B.
Terminaban así las casi 48 horas que permaneció el mandatario estadounidense en Cuba, esa tierra prohibida con la que ahora se construyen todos los puentes y que lo recibió en total calma, sin alarmas, ni estados de emergencias o molestias, más allá de los inconvenientes por el cierre elemental de alguna que otra calle.
Para algunos resultó una eternidad la estancia, para otros un chasquido de dedos. Lo cierto es que esta visita removió el piso de muchos, porque desde su anuncio, cuando se pactó para estos días de marzo justo cuando la primavera llega, se sabía que sería un torbellino implacable en el que los símbolos, las ideas, las poses, las sonrisas, los gestos… serían pensados hasta el agotamiento de la última neurona.
Y hubo actuaciones con Pánfilo, nuestro viejito con libreta de abastecimiento; flores para las damas que acompañaron a Obama en su viaje; un paseo bajo lluvia por La Habana Vieja; solomillo en la paladar San Cristóbal; ofrendas y muchas citas martianas; fotos con el emblemático Che de la Plaza; apretones de manos y acordes del himno nacional de Estados Unidos en el mismísimo Palacio de la Revolución; exigencias de un lado, reclamos del otro; periodistas que como repetidores de señal volvieron a preguntar por presos políticos; también mambo con los Faíldes en la noche de la cena oficial; mensajes variopintos al pueblo cubano desde espectaculares teleprompters de cristal; un juego de pelota conciliador con marcador no tan apabullante; hasta el paseo final de la Bestia por las calles habaneras y el adiós.
Dos días de muchos titulares, en los que los ojos del mundo volvieron a posarse en este chispazo de tierra en el mar. Pero a las cuatro de la tarde del martes, Obama, como vino, se fue. Y aunque se presentó como el mesías, como el rey mago que trajo bajo la manga todas las soluciones (así pareció en su encuentro con los emprendedores), a Cuba le siguen doliendo las mismas heridas, continúa sonriendo con sus alegrías de siempre, también con las nuevas, y tiene frente a sí los mismos retos que la desafían desde mucho antes de que Obama soñara siquiera con tocar tierra cubana algún día.
No existe un antes y un después de esta visita para nuestra historia. No es el parteaguas que algunos se adelantan en decir. Es importante, determinante, eso sí, para el proceso de normalización de relaciones entre ambos países, tema que tampoco es el centro de la agenda cubana ahora en actualización.
Cuba no necesitaba que el presidente de Estados Unidos la convocara a optar por sus jóvenes. Cuba no necesitaba que la emplazaran a olvidar su historia, menos que le recordaran sus carencias, muchas de ellas causadas por un bloqueo que la ha obligado a la supervivencia. Cuba no precisaba que le hablaran del dolor de sus familias separadas, cuando convive con esa pena días tras días. Y no sonó a chiste el hecho de que “los cubanos la inventamos del aire”, ¿acaso no hemos sido obligados a ello?
Amanece en La Habana un día después de Obama. Se escuchan desde ya algunos titulares desde el Cono Sur, desde esa Argentina irreverente que ahora recibe al presidente del país más poderoso del planeta. Mientras tanto, a Cuba vuelve la calma, retornan los mismos temas a los noticiarios, los miles de periodistas que por aquí pasaron regresan a sus rutinas y la mayor preocupación de mi barrio vuelve a ser la fumigación contra el Aedes que toca de nuevo este miércoles.
Pero, si decidiera quedarme con una imagen de estos días sería sin dudas con la algarabía del Latinoamericano, mientras suena el estribillo de “Me dicen Cuba” y cientos de palomas colman el cielo. Esa es la Cuba que trascenderá a Obama y su viaje.
(De Cubahora)