En el ya muy lejano año 1965 la mayor universidad mexicana, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estableció que los títulos profesionales de las mujeres se expresaran en femenino: ingeniera, licenciada en Derecho, médica-cirujana, contadora pública, arquitecta. Y desde 1974 quedó establecido en la Carta Magna mexicana que “hombres y mujeres son iguales ante la ley”.
Los anteriores casos son un ejemplo del imparable e irreversible avance de la causa de las mujeres. Del triunfo, a veces lento pero constante, de la visión feminista del mundo y de la vida.