#Trump: El arte del trato
Por Víctor Bravo (*)
El magnate estadounidense Donald Trump, ahora inquilino de la Casa Blanca, ha demostrado una vez más su “talento”. El performance presentado el pasado 16 de junio en un teatro de la Florida pretendía divertir a unos pocos terroristas, politiqueros y vividores allí reunidos, al tiempo que se burlaba de la inmensa mayoría del electorado estadounidense, de sus compañías y de la opinión pública internacional. La política adoptada por los consejeros del presidente de Estados Unidos contra Cuba, e impulsada por Trump, carece de sentido, legitimidad y es moralmente insostenible.
En noviembre del 2016, el entonces candidato presidencial escribía en su cuenta de twitter que “si Cuba no está dispuesta a hacer un mejor acuerdo para el pueblo cubano, para el pueblo cubanoamericano y para Estados Unidos como un todo, cesaré el trato". Poco más de dos años de relaciones civilizadas –a pesar de las diferencias- entre La Habana y Washington, más de veinte instrumentos bilaterales firmados en diferentes áreas de interés común y un sinnúmero de beneficios para los pueblos y gobiernos de ambos países, no fueron suficientes. En su lugar, el presidente estadounidense prefirió reactivar el desfasado discurso de la Guerra Fría y condenar así su ya desastrosa carrera política.
La incoherencia de la política de Trump hacia Cuba se refleja en su libro The Art of the Deal. Aquí este señala que los tratos son la manera en la que expresa su arte, que los hace por hacerlos y que prefiere llevar a cabo aquellos que son grandes. Tal vez eso explique el espectáculo de mal gusto de Miami, su risible discurso, el violinista desafinado y el bochornoso público.
En otra reflexión sugiere –paradójicamente- aprender del pasado, pero planificar el futuro concentrándose exclusivamente en el presente. He ahí la clave, aprender del pasado. Por eso tal estrategia injerencista, siguiendo su lógica, está condenada al fracaso.
Pero como se ha visto en los últimos cinco meses, la lógica de empresario creativo y triunfador no aplica necesariamente a la de presidente.
El hombre de negocios declaró su inclinación a escuchar a varias personas antes de tomar decisiones. Confesó además, que prefiere realizar sus encuestas y sacar sus propias conclusiones. Lamentablemente, ya sabemos que el presidente no tuvo tiempo, no quiso, o no lo dejaron, seguir su “reflejo natural”.
En The Art of the Deal, el magnate inmobiliario develó otro de sus secretos que bien pudiera explicar la farsa montada en Miami. Decía que si considerara comprar una propiedad, por ejemplo, le preguntaría a las personas que viven en el área opiniones sobre la zona, hasta que empieza a tener la idea de cuál sería la mejor opción. Evidentemente, en el tema Cuba, tampoco escuchó a ningún país latinoamericano o caribeño. El apoyo mayoritario de la región al proceso de restablecimiento de relaciones bilaterales entre ambas naciones es un reclamo universal.
Uno de los pupilos más sobresalientes del nuevo presidente ha sido el senador anticubano Marco Rubio, quien entendió la máxima de Trump, según la cual se puede “cambiar de una posición mediocre y convertirla en una considerablemente mejor solamente atrayendo a la persona adecuada”. Y eso fue lo que hizo Rubio. El senador republicano ya había pasado a la historia; la retórica contra la Revolución Cubana pasaba de moda, y su negocio quebraba.
No obstante, hasta el propio Trump reconoce -porque lo escribió- que este tipo de personajes no son solo oportunistas, sino “perdedores de la vida”. Las personas como Marco Rubio son como esas que “encuentran el sentido del logro y el éxito tratando de detener a otros”. Mientras Cuba y los Estados Unidos avanzaban en el largo, complejo, pero necesario proceso de normalización de relaciones bilaterales, este personaje se sumía en el fracaso.
Sin embargo, el presidente tiene aun la oportunidad de escuchar al magnate y procurar un verdadero “mejor trato”, pero superior al de su predecesor Obama, para hacer a América (del Norte) Grandiosa de Nuevo.
Como bien se conoce, Cuba no ha aceptado –ni aceptará- condicionamientos, así como tampoco negociará asuntos de su soberanía e independencia nacional. Donald Trump, para el bien de la Unión y del mundo, debería evaluar nuevamente su errática postura contra la Mayor de las Antillas, releerse sus memorias, estudiar historia y luego, aplicar el arte del trato. (Pensando Américas)
(*) Colaborador de Pensando Américas