¿A qué vino a Cuba el otro Mr. President de los EE.UU.?

Mar 14, 2016

14  de marzo, 2016
A cargo de Víctor Manuel González Albear

El reciente editorial del periódico Granma puso las cosas en su lugar en cuanto a la visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Y respecto al antecedente de una visita anterior a la capital cubana de otro mandatario estadounidense, lo dijo todo con el mínimo de palabras:

“Será (la de Obama) la segunda ocasión que un mandatario estadounidense llega a nuestro archipiélago. Antes solo lo hizo Calvin Coolidge, quien desembarcó en La Habana en enero de 1928. Arribó a bordo de un buque de guerra para asistir a la VI Conferencia Panamericana, que se efectuaba por aquellos días bajo los auspicios de un personaje local de infausta memoria, Gerardo Machado. Esta será la primera vez que un Presidente de los Estados Unidos viene a una Cuba dueña de su soberanía y con una Revolución en el poder, encabezada por su liderazgo histórico”.

O sea, la verdad monda y lironda.

Además, si tenemos en cuenta que el territorio ocupado por Estados Unidos en Guantánamo es realmente cubano -aunque aún esté enclavada allí una base militar yanqui devenida centro de tortura-, ese lugar fue visitado por otros dos presidentes: Franklin D. Roosevelt, en 1939 y 1940, y Harry Truman, en 1948.

Y el Mr President que vino en 1928 no lo hizo precisamente para realizar una visita a Cuba -acogotada bajo la ignominiosa Enmienda Platt y un gobierno autoritario y servil-, sino para asegurarse con el ojo del amo que la VI Conferencia Panamericana no dejara resquicio a los imperios europeos desplazados -América para los (norte)americanos- ni se sumara al creciente clamor antintervencionista en el continente, sino que por el contrario sirviera dócilmente a los intereses de Estados Unidos.

Sin caer en la tentación de extendernos en más consideraciones sobre estos antecedentes, dejemos que una vez más BOHEMIA vieja vuelva a ser noticia y veamos la historia con pelos y señales, según su punto de vista y estilo.

Démosle primero una ojeada a  los facsímiles de las páginas que dedicó la revista al acontecimiento, con su peculiar diseño, antes de acercarnos más a los textos y fotos.
 
 El texto insertado dice: Los presidentes Coolidge y Machado, escuchando, en actitud reverente, los himnos de Cuba y los Estados Unidos, momentos antes de emprender, el Primer Magistrado de la nación vecina, el viaje de regreso a su país.  

 El acorazado “Texas”, de la marina estadounidense, en los momentos en que arribaba al puerto habanero, trayendo a bordo al Presidente Coolidge. 

 EN los momentos de escribir este artículo, oigo los cañonazos que anuncian su llegada. Ya es nuestro huésped.

Mr. Coolidge es un americano cien por cien, sin las exageraciones de Mr. Roosevelt y las intransigencias de otros que se consideran con derecho a ocupar este rango.

Austero,—sin esas intermitencias que fácilmente se advierten en quienes aspiran a ser tenidos por austeros,—merece el respeto de todos los hombres honrados.

Ilustrado, sin los alardes y desplantes de los que se consideran sabios, ha sabido demostrar que puede resolver por sí los problemas más difíciles de un estadista, no rehusando sino más bien buscando el consejo y la cooperación de los hombres más competentes

En todos sus actos como gobernante, ha demostrado que es dueño de su palabra, respetuoso del derecho ajeno, conocedor y cumplidor de las leyes, amigo de la paz, incapaz de alterarla por cuestiones que no hagan indispensable la guerra. El equilibrio de su espíritu se refleja en todos sus actos. ¡Felicies los pueblos que son dirigidos por presidentes de este temple y estas condiciones!

En sus relaciones con Cuba ha sido correcto y cortés. En nada, que yo sepa, nos ha beneficiado, pero tampoco en nada nos ha perjudicado, ni ofendido con memorandas y notas diplomáticas. Ha defendido los derechos y los intereses norteamericanos, ya que seguramente es a lo único que se considera obligado.

En sus relaciones con las repúblicas hispano-americanas ha cometido un gran error, nunca justificado en estadista de tanta altura; pero si en Nicaragua no existieran facciones que reclamaran la intervención extranjera, y en Norte América, intereses bastardos que gozan de fuerza arrolladora, no hubiera Mr. Coolidge, por su propio impulso, violado el Código Fundamental de los Estados Unidos, ni utilizado las fuerzas de mar y tierra en territorio de otra nación, sin previa declaración de guerra aprobada por el Congreso.

A los cubanos nos interesa que los sacrificios que nuestro Gobierno ha hecho para recibir al Honorable Presidente de los Estados Unidos, no resulten estériles, que éste regrese a su tierra satisfecho de nuestra hospitalidad y del frente único y afectuoso en que nos hemos unido los cubanos para recibirlo, honrándonosdonos al agasajado, considerando como propia y de todos la obra de nuestro Presidente.
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El próximo artículo se titula “El discurso de Mr. Coolidge”. 

Como una demostración de aprecio y amistad hacia los pueblos latinos de América el Presidente Coolidge quiso concurrir a la sesión inaugural de la VI Conferencia Panamericana y pronunciar en ella un discurso demostrativos de buenos deseos y rectas intenciones de los Estados Unidos del Norte hacia las demás naciones del Nuevo Mundo.  

La ciudad de La Habana, comprendiendo la alta significación de este viaje del Primer Magistrado de la poderosa nación vecina y queriendo corresponder dignamente a ese gesto de cordialidad, tributó a Mr. Coolidge un magno recibimiento en el que el Gobierno y el Pueblo rivalizaron en demostrarle sus simpatías y reconocimiento.

La amplia información gráfica que en estas páginas ofrecemos a nuestros lectores, son una prueba fehaciente de la magnitud de los distintos actos aquí celebrados en honor de Mr. Coolidge y su esposa, actos en los que el pueblo habanero supo hacer ostentación una vez más, de su cortesía y gentileza insuperables
EL RECIBIMIENTO AL PRESIDENTE COOLIDGE

Y el pueblo, esa masa anónima que sobre todos sus defectos y disculpándolos en gran parte, tiene la virtud suprema del agradecimiento, acudió, entusiasta y decidido a recibir al Presidente Coolidge, considerándolo no como al jefe de un gobierno más o menos discutido sino como al representante de una nación amiga a quien Cuba debe favores inapreciables. 
Bajo la egida del Alma Mater.

En la colina de la Universidad, mal alta, por su natural elevación y por la significación espiritual de la misma, que los edificios que la rodean y bajo la egida protectora del “Alma Mater”, se efectuó el acto inicial de los trabajos de la VI Conferencia Panamericana, consistente en izar las banderas de las naciones hermanas de América a ambos lados de la gran escalinata central, a los acordes de los himnos respectivos. Por influjo, tal vez, de la intensa emotividad de acto tan sencillo, se ofreció, en aquellos momentos, a nuestros ojos, la visión de la América del Futuro. Y esa América era como una inmensa hermandad de pueblos, en la que no solo estaba garantizada la integridad territorial de las naciones que la forman y la paz imperturbable entre las mismas, sino que, en el seno de cada una de ellas, la Libertad y la Justicia, eran una placentera realidad y no palabras vanas y de relumbrón. En esa América las naciones tenían su fundamento en las universidades. De éstas salían los mandatarios y en ellas buscaban sus orientaciones e inspiraban sus actos. Y la Universidad imperaba sobre todo y ese imperio era prenda segura de Justicia y Libertad, que son el verdadero fundamento de la Paz y la palanca propulsora del Progreso.

¿Llegará alguna vez a adquirir contornos reales esa América que nosotros preveíamos, mientras allá en la colina en que se asienta la Universidad Nacional, ascendían a sus mástiles las banderas de las naciones del Nuevo Mundo y el aire las desplegaba a vista de la concurrencia que aplaudía entusiasmada? A lograr esa finalidad debe poner toda su atención y encaminar sus mejores esfuerzos la Con­ferencia que ahora inicia en esta ciudad sus trabajos, si es que no quiere defraudar las esperanzas de los Pue­blos todos de América que, pese a sus desventuras pasadas y presentes, siempre miran hacia la mañana, como hacia la realización de sus anhelos de redención y mejoramiento.
En el Aula Magna.
Cuando terminó el acto de Izar banderas americanas por los presidentes de las delegaciones enviadas a la Conferencia, comenzó la primera sesión plenaria de ésta, bajo el decorado severo y simbólico del Aula Magna. Un espíritu de amplia cordialidad, de plena identificación parecía flotar sobre los delegados y espectadores. Y lo mismo cuando el doctor Martinez Ortiz, en el discurso de apertura, daba la bienvenida a los representantes de las naciones hermanas, que cuando el doctor Alejandro Lira, contestando ese discurso, cantó, en frases fulgurantes de elocuencia, las glorias de los adalides de nuestra epopeya libertadora, que cuando el Presidente de la Delegación dominicana se apresuró a reclamar para la misma, el honor de pedir que fuera designado, por aclamación, el doctor Sánchez de Bustamante, Presidente de la Conferencia; que cuando la delegación de San Salvador, por boca del doctor Gustavo Guerrero, se adhirió inmediatamente a la proposición; que cuando el doctor Sánchez de Bustamante subió a ocupar el sitial de la presidencia, que cuando la Delegación uruguya rindió un tributo de gratitud y admiración a la Universidad de la Habana; que cuando Mr. Charles Evans Hughes propuso que el doctor Sánchez  de Bustamante fuera considerado .

Nota del editor: A manera de epílogo ofrecemos esta otra página incluida en la misma edición, con las caricaturas del visitante y uno de los ministros del gobierno machadista, y  la transcripción de las notas que las acompañan.

(Tomado de Bohemia)