Por: Autor: Raúl Antonio Capote 

El ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, Jorge Arreaza, informó este martes que su país presentará, ante el Secretario General de la ONU, una denuncia contra Colombia por el ataque vandálico ocurrido recientemente contra al consulado de su país en Bogotá.

Ni aislado ni casual, las características del suceso y la cercanía en el tiempo con otros actos de corte similar contra representaciones diplomáticas, apuntalan conclusiones reveladoras sobre un viejo modus operandi que el imperio se ha empeñado en reciclar.

Si apelamos a la historia, no podemos olvidar aquel 7 de mayo de 1999, cuando aviones de la otan bombardearon la embajada china en Belgrado; tampoco las graves tensiones que provocaron los más de cien días de asedio a la misión de México en Bolivia, por parte del gobierno títere de Jeanine Áñez, en diciembre de 2019; en tanto todavía es noticia «caliente» el allanamiento por agentes estadounidenses al Consulado General de China en Houston, el pasado 21 de julio.

La agresión con arma de fuego contra la Embajada cubana en Washington, el 30 de abril de este año, estremeció al pueblo de la Mayor de las Antillas, que recuerda los cientos de atentados que se han realizado, dentro y fuera de EE.UU., contra las sedes y personal diplomático cubano. El silencio de la administración de Donald Trump ante tan grave acto, sirvió de aliento a grupos violentos que comenzaron a amenazar con repetir la «hazaña» contra otras representaciones.

Tales hechos, repetidos en un lapso demasiado corto y con creciente alevosía, constituyen un grave precedente en un mundo que una ralea de vándalos fascistas, encabezada por la administración actual de Estados Unidos, intenta gobernar a cualquier precio, sin reparar en leyes, tratados internacionales, ni en el mínimo respeto a la convivencia humana civilizada.

(Tomado de Granma)