Hace 43 años fue asesinado el comandante guerrillero Américo Silva

Mar 31, 2015

El 31 de marzo de 1972, las fuerzas de seguridad del gobierno de Rafael Caldera (1969-1974) asesinaron al luchador social y comandante guerrillero Américo Silva, ícono de la lucha por la justicia social entre las clases humildes de Venezuela entre las décadas de 1950 a 1970.

Su muerte se registró tras un breve enfrentamiento con efectivos de la Guardia Nacional, quienes le dispararon por la espalda en una escaramuza registrada en una alcabala vial del kilómetro 27 de la carretera San Félix-El Pao, en el estado Bolívar, al sur del país.

Nacido el 16 de marzo de 1933 en Aragua de Maturín, estado Monagas, desde los 12 años debió renunciar a la escuela para trabajar y ayudar a sostener a su familia, tras la muerte de su padre, Alberto Tirado.

El trabajo en un comedor escolar y como vendedor en los portones de las petroleras extranjeras de Caripito y Jusepín le enseñaron la crudeza de la desigualdad social y la dominación extranjera sobre los recursos y la sociedad venezolana, lo que hizo surgir en su interior un fuerte deseo de cambiar esta situación.

Ya a los 15 años discutía sobre estos temas con luchadores y pensadores revolucionarios, como Simón Sáez Mérida, Joaquín Blanco y Trino Barrios, y en 1953, con tan solo 20 años, se une a la resistencia clandestina contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), en la que actuó consecutivamente entre San Félix, Ciudad Piar y Aragua de Maturín.

Tres años después se establece en San Félix, Bolívar, y comienza a trabajar como conductor de los trenes de carga de mineral de hierro de la empresa norteamericana Orinoco Mining Iron, donde nuevamente vive de cerca la explotación capitalista y la discriminación hacia la masa trabajadora.

Junto a otros trabajadores, inició una lucha para rescatar al sindicato del hierro del dominio patronal, y llegó a defender a las familias campesinas del Cerro Bolívar (antes Cerro La Parida), desalojadas violentamente por la Guardia Nacional y la Orinoco Mining Company para explotar los yacimientos de hierro de la zona.

Derrotada la dictadura, Silva pasa a trabajar en el Instituto Agrario Nacional en Monagas, donde se dedica a promover la repartición de tierras entre los pequeños campesinos, organiza sindicatos agrarios e inicia la lucha por el derecho a la tierra contra terratenientes y latifundistas.

En 1960 decide pasar activamente a la lucha armada y se suma al nuevo Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), ocupando el cargo de instructor político-militar en el Campamento de la Juventud del MIR, en Culantrillar.

En 1961 asume el comando de las guerrillas urbanas de Oriente. A sus 30 años ya es responsable de la retaguardia y logística del Frente Guerrillero Ezequiel Zamora en los estados Miranda y Guárico.

Luego asume el cargo de primer Comandante del Frente Antonio José de Sucre en la región oriental del país.

Su formación revolucionaria se refuerza en Cuba, y el 8 de mayo de 1967 participa en el desembarco de Machurucuto, cuando una docena de revolucionarios de la isla caribeña llegó al país por la playa varguense, para sumarse a la defensa del proletariado.

En 1970, Silva se convierte en miembro del Comité Político Nacional del nuevo grupo Bandera Roja, en paralelo a su participación dentro del comando del Frente Guerrillero Antonio José de Sucre y responsable político-militar del distrito Trino Barrios.

En esta última etapa de su vida, rechazó con toda su fuerza la “pacificación” propuesta por Caldera, que dejó decenas de muertos y detenidos en todo el país.

Silva siempre será recordado por quienes lo conocieron por su posición ante las derrotas y los vaivenes del combate, reflejada en sus palabras: “La lucha de los oprimidos, por el socialismo, contra el capitalismo y su máxima expresión imperial es diversa, arriesgada y no termina ni con la traición de un desclasado ni con la muerte de un guerrero”.

Tomado de Aporrea