Gabriel Boric: la fuerza de la juventud ante el desafío de los cambios en Chile

Dic 22, 2021

Gabriel Boric: la fuerza de la juventud ante el desafío de los cambios en Chile

Por: Yoselina Guevara

Chile tiene un nuevo presidente, Gabriel Boric, quien ganó la segunda vuelta de las elecciones del 19 de diciembre con el 56% de los votos, superando al candidato de extrema derecha José Antonio Kast. El recién electo presidente estuvo apoyado por la coalición Apruebo Dignidad, un grupo muy amplio que incluye al Partido Comunista (PC) y a formaciones de centro-izquierda. Boric sucederá a Sebastián Piñera el 11 de marzo y se convertirá en el presidente más joven de la historia del país.

El 56% de los chilenos y chilenas ejerció su derecho al voto en las elecciones del pasado domingo, la mayor participación desde que el sufragio se hizo voluntario en 2012; algo poco frecuente en América Latina, donde en muchos países sigue siendo obligatorio acudir a las urnas. El balotaje tuvo una participación 12 puntos superior a las elecciones para elegir la Convención Constitucional en mayo.

Chile ansía de verdaderos cambios

Las cifras reflejan el ansia de un cambio político en un país que se ha caracterizado por tener en su haber un cúmulo de experiencias políticas significativas en el continente, a pesar de los años de oscurantismo vividos durante la dictadura pinochetista. Por ejemplo, a finales del siglo XIX Chile fue el escenario del surgimiento de las primeras formas reales de organización laboral en Sudamérica, debido a la existencia de minas y a la pronta formación de una clase obrera, y, décadas más tarde, con el presidente Salvador Allende lideró el primer intento de construir un modelo socialista por la vía pacífica, a través de una vía democrática, el cual finalizó de manera abrupta con el golpe de Estado militar de Augusto Pinochet, apoyado por Estados Unidos, que impuso una dictadura caracterizada por la estabilidad política lograda por el autoritarismo, la represión, las desapariciones forzadas y un sinfín de atropellos.

Posteriormente sucede el período denominado de transición democrática de los últimos 30 años, con la ascensión al poder de coaliciones y alianzas de derecha, centro derecha, socialistas y democratacristianos. Un modelo de transición ciertamente pactada con tintes del proceso vivido por España y su paso del franquismo a la democracia.

No obstante, no se podía aspirar a que una dictadura tan sangrienta y despiadada, con un liderazgo tan unido y firme en la consecución de sus objetivos, terminara su trayectoria entregando el poder en una ceremonia civil. La derecha y los sectores reaccionarios no otorgan concesiones y se alinean como un bloque a pesar de sus contradicciones, por esta razón el resultado fue que esta transición, exaltada como ejemplar, produjo una democracia protegida en la que aún perviven numerosos enclaves de autoritarismo, perpetuando en lo esencial un modelo de dominación tecnocrática; en realidad un legado envenenado.

Desde el retorno de la democracia, el modelo económico neoliberal permitió un cierto crecimiento, pero dejó sin resolver importantes temas como la desigualdad, la falta de oportunidades para la juventud, la marginación de los pueblos indígenas y el papel del aparato de seguridad en la vida pública.

Emerger de la juventud en la vida política

En este convulsionado marco político surge la generación de Gabriel Boric, quienes dan un salto a la palestra política en 2011, cuando estallaron las protestas estudiantiles criticando los supuestos éxitos de la transición, la continuidad del modelo neoliberal establecido durante el régimen militar y las profundas desigualdades sociales. Los estudiantes exigían educación gratuita y un Estado que garantizara a todos los chilenos y chilenas las mismas oportunidades. Al año siguiente, Boric fue elegido presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile; luego, en 2013, fue elegido como legislador para la Cámara de Diputados representando a la región de su natal Magallanes y de la Antártica chilena.

El estallido social de octubre de 2019, contra la subida de las tarifas del Metro, y que se convirtió rápidamente en el mayor movimiento de protestas desde el retorno a la democracia en 1990, puso de manifiesto la ruptura de los consensos acumulados por la transición, que siempre fueron acuerdos forzados por la capacidad de veto de la derecha. Esto marcó un momento decisivo de la carrera política de  Boric, quien apoyó un acuerdo para buscar una salida política a la crisis y convocar una Convención Constitucional con la tarea de reescribir la Constitución, herencia de la dictadura de Pinochet; así como también superar el modelo económico neoliberal.

En julio de 2021 Boric ganó las primarias de la coalición Apruebo Dignidad para las elecciones presidenciales, en las que participó en la primera y segunda vuelta obteniendo el reciente triunfo que lo acreditará como presidente de Chile por cuatro años a partir de marzo de 2022.

La fuerza del diálogo  

Evidentemente una de las claves de la victoria de Boric reside en su capacidad para dialogar de forma no dogmática, lo que puede ser su fuerza y podría convertirlo en uno de los representantes de una nueva izquierda latinoamericana caracterizada por tomar en cuenta las demandas del movimiento feminista, el reconocimiento de los pueblos indígenas y, en líneas generales, darle peso a las necesidades de las minorías para poder construir una sociedad más justa, además de estar decididamente en línea con una economía verde.

Tal vez su mayor problema ahora es justamente conciliar las promesas electorales con la realidad, aspiraciones que están plasmadas en su plan de gobierno y que conquistaron a la mayoría de electores y electoras.  Entre sus aliados hay quienes quieren golpear a los grandes empresarios de los sectores minero y agrícola, que juntos representan el 80% de todas las exportaciones chilenas. Durante la campaña electoral, el nuevo presidente prometió enterrar el modelo económico neoliberal, un modelo que ha permitido a Chile triplicar su PIB per cápita en treinta años, pero el cual no ha reducido la desigualdad en un país donde el 75% de los trabajadores gana menos de 700 dólares al mes y la mitad de las pensiones son inferiores a 230 dólares mensuales.

Desafíos internacionales

En el panorama  internacional, Chile debe gran parte de su fortuna a su situación geográfica, que lo convierte en una plataforma hacia y desde Asia, y a sus exportaciones de materias primas, especialmente a China. Ha apoyado los proyectos financieros y de infraestructuras de Beijing, desde las nuevas rutas de la seda hasta el banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIF), sin adoptar frontalmente una postura antiestadounidense. Preservar este enfoque protegería al nuevo presidente de algunas de las tensiones que sus propuestas económicas suscitarían en los mercados internacionales que ya han propiciado temblores en la bolsa de valores y en los precios del dólar.

Al mismo tiempo, las afinidades ideológicas con los jefes de Estado de los países vecinos (Argentina, Perú y Bolivia)  podrían permitir un clima fronterizo relajado e iniciativas conjuntas. Por ejemplo, resolver la diatriba del acceso al mar por parte de Bolivia representaría un victoria diplomática con consecuencias económicas positivas para La Paz, mientras que para Santiago de Chile sería cerrar un litigio que ya lleva más de un siglo de duración, además de asegurar la amistad de su vecino del noreste.

No obstante, a la escena internacional en el programa de gobierno de Boric no se le da mucha importancia, cubren apenas cuatro páginas de 229 que lo conforman. En este ámbito se desconoce cuál será la posición den cuanto al congelamiento de Unasur, el futuro de Mercosur así como de otros mecanismos de integración.

De lo que tenemos certeza es que Gabriel Boric es desde ya el presidente más joven de Chile y de Latinoamérica, es la nueva voz de una izquierda que tendrá que enfrentarse a una derecha que no se puede subestimar, y deberá hacerlo sin caer en el populismo y el personalismo. Su gobierno tiene la tarea de llevar a cabo las transformaciones sociales, ecológicas, políticas y culturales que surgirán de la Convención Constitucional y hacerlas sostenibles y viables. Un reto ambicioso y difícil pero al mismo tiempo un desafío que estamos seguros y seguras que con la fuerza de su juventud afrontará victoriosamente.