«El fantasma de Leonardo Wood»
27 Febrero 2016
Por Mercedes Rodríguez García
- En 2009, un alto funcionario contestó en una conferencia de prensa que esperaba que a la decisión del nuevo presidente estadounidense de cerrar la cárcel de Guantánamo le siguiera la de cerrar la base. De entonces a la fecha ha llovido bastante, y el tema sigue sobre la mesa.
Lo que dijo tenía toda la lógica del mundo. El territorio que Estados Unidos ha mantenido ocupado, por más de un siglo, en la bahía de Guantánamo, realmente no lo necesita para su seguridad y su defensa.
La decisión de Barack Obama de cerrar el centro que ha estado albergando a cientos de prisioneros capturados y torturados, luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001, constituyó sin duda un paso efectivo en respuesta al reclamo internacional para que el oprobioso enclave fuera cerrado definitely, cuestión a la que su antecesor, George W. Bush, cerró ojos y oídos así se lo pidiera Jesucristo redivivo.
Pues de nuevo tenemos a Obama sobre la misma tecla, sonando la misma cuerda, pero siete años después sentado ante un piano mucho más melodioso, dado el contexto de distensión entre la nación usurpada y la usurpadora. Aunque, a decir verdad, al cuadragésimo cuarto mandatario estadounidense le faltaban 60 años para venir al mundo cuando en 1901 Theodore Roosevelt asumiera la presidencia de la nación tras los disparos mortales recibidos por su predecesor, William McKinley.
Este febrero la historia cumplió 113 años. Guantánamo fue la primera base de EE. UU. en nuestro hemisferio. Es la más antigua del mundo y la única donde el país sede carece de autoridad contractual para revocarla unilateralmente, pues, según el repudiado acuerdo, Cuba posee la «soberanía» del territorio ocupado, pero la plena jurisdicción y señorío lo detenta la potencia inquilina, que adquirió los terrenos a tenor del artículo VII, único ítem de la archiconocida Enmienda Platt, que —de hecho y contra la voluntad del pueblo cubano— sigue ejerciendo su nefasta vigencia.
¿Hasta cuándo? Según el refrán, «No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista», sentencia que en el caso Cuba habría que rectificar porque, de acuerdo con su espigada geografía, resistencia ha demostrado sobrarle a lo largo de su historia. Y todo indica que en materia de tiempo posee la paciencia necesaria y la perseverancia enconada heredada de los hijos del Celeste Imperio que sentaron familia en sus campos y hasta combatieron junto al Ejército mambí. No por gusto algunos de ellos se sumaron a las manifestaciones del pueblo cubano contra el apéndice constitucional que malograba la independencia conquistada con tanto sacrificio.
Creo en las «buenas intenciones» de Obama, pero no le será fácil conseguir lo que ha mantenido inconmovibles —en obvio desacato a las leyes que rigen el derecho internacional— a 22 inquilinos de la Casa Blanca desde 1903. Lo mismo se puede aseverar de los presidentes cubanos de la seudorrepública que, por beneficio, entreguismo o inspiración anexionista, dieron la espalda a los reclamos de sus conciudadanos y al decoro patrio.
Fue a partir del Primero de Enero de 1959 cuando el reintegro del territorio ocupado a su verdadero dueño se convirtió en un tema constitucional y de interés nacional, mientras que para la nación del norte pasó a ser, durante más de 40 años, una zona privilegiada para toda clase de provocaciones, conspiraciones y planes subversivos contra la Revolución.
Bueno, pensemos que las «cosas» van a cambiar, y que las intenciones y promesas del presidente Barack Obama de cerrar la cárcel de Guantánamo —lo que no implica el cese de la ilegal base naval militar— serán acatadas por la oposición política y pública de su país. Para él, que tiene la base de apoyo para seguir desmontando el bloqueo, será todo un desafío convencer a sus coterráneos de que llevar terroristas a territorio nacional, en lugar de mantenerlos encerrados lejos, constituye «una movida correcta y segura».
Pese a las diferentes concepciones y puntos de vista, me gusta su ánimo, lo inteligente del discurso mediático sobre el plan presentado este martes. Dice Obama muy convencido: «No se trata solamente de cerrar las instalaciones de Guantánamo, no se trata solamente de lidiar con el grupo actual de detenidos, que es un asunto muy complicado, porque hay que revisar cómo fueron detenidos y qué ocurrió en cada uno de los casos, sino se trata de cerrar un capítulo de nuestra historia. [...] Hay una oportunidad para lograr avances y debemos intentarlo». Se sabe.
Y si de capítulos se trata, el correspondiente al cierre de la Base Naval de Guantánamo es para mí ya el clásico close off. En asuntos de tal trascendencia e importancia, nada se improvisa ni queda al azar. Sí, mucho más pronto que lo que muchos piensan, la Base Naval de Guantánamo será cerrada, porque además de lo que cuesta mantenerla —se dice que el desembolso es de más de 5200 millones de dólares anuales—, resulta lo más conveniente. Al menos, así se vislumbra tras los prismáticos suspicaces de unas y otras intencionadas declaraciones, como las de dos aspirantes a la nominación presidencial por el Partido Demócrata —Hillary Clinton y Bernie Sanders—, quienes expresaron su apoyo al plan del presidente Barack Obama de cerrar el ya pretérito enclave militar estadounidense en Cuba.
Y como en política hay que pensar más en lo que sucederá que en lo está sucediendo —casi siempre en medio de tensiones públicas y negociaciones secretas—, no dudo que se pueda lograr un consenso al respeto, aunque lo que continuará escuchándose por los medios internacionales —por ahora, como decía Hugo Chávez— sea una expresión conclusiva —tan general como cierta— de que la visita de Obama a La Habana dirá al mundo que hay un futuro diferente para Cuba y EE. UU.
Ya está anunciada una segunda, breve y próxima estadía de John Kerry en La Habana, la cual completará en detalle lo concerniente a la visita en marzo de Obama y su esposa, Michelle —sujeta a un protocolo tan minucioso como estricto—, además de precisar temas ya delineados por las partes implicadas, como democracia, modelos políticos, relaciones internacionales y derechos humanos.
Y aunque este jueves el Secretario de Estado norteamericano aseguró —durante una audiencia ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes— que no hay «ningún plan, ninguna conversación de la que él sea consciente» para devolverle la Base a Cuba, y que se «opondría personalmente» a cualquier propuesta de devolver la Base si el Gobierno de su país logra cerrar la prisión, todo puede suceder.
No digo más. La saga continúa. Vendrán nuevas temporadas. El capítulo Enmienda Platt se conoce, por terminado. Pero quedan unos cuantos. Sin embargo, algo se puede adelantar sobre cierta parte titulada «The ghost of Leonard Wood», que cuenta cómo el fantasma del gobernador militar de Cuba durante la ocupación norteamericana se mantiene merodeando sobre el disputado enclave donde ya casi no quedan prisioneros. Dice la sinopsis del serial que a cada rato se le escucha suspirar cuando repite una y otra vez el final de su más certero juicio sobre la significación de aquel oneroso proceso: «La isla se norteamericanizaraaaá... La isla se norteamericanizaraaaá»... ¡Vaya fantasma tonto!, que más que amedrentar, alerta. Mira, Leonard, que ha llovido bastante desde entonces.
(Tomado de Vanguardia)