De machismo y manipulación
Por: Lilliam Oviedo
En aquellos doce años de ofensas imperdonables y heridas aún abiertas, el déspota nombraba gobernadoras provinciales y fingía con ello aprecio hacia las mujeres.
No fue Joaquín Balaguer el creador de esta maniobra. Desde la década de 1930, Rafael Leónidas Trujillo Molina colocó en el servicio diplomático a Minerva Bernardino, quien en los organismos internacionales vinculó la imagen de la dictadura a propuestas en favor del sufragio femenino.
Los dos padres del autoritarismo moderno en República Dominicana colocaron rostros femeninos en sus respectivos gobiernos para invisibilizar otros rostros que lloraban de dolor e indignación o sufrían la exclusión y el despojo.
El saqueo y el abuso contra las mayorías constituían el sostén de los privilegios de un grupo de poder algunos de cuyos integrantes todavía financian campañas, guardan dinero generado por negocios turbios y dirigen mercenarios que ponen al servicio de sus allegados para ajustes de cuentas y cobros compulsivos. Sin esfuerzo alguno, se llega a nombres como el de Salvador Lluberes Montás, alias Chinino.
Desde el feminismo hay que desenmascarar este tipo de manipulación, que es politiquería de la peor especie.
Ayer el balaguerismo y el trujillismo eran rechazables con cualquier vestimenta, y hoy lo es el autoritarismo con cuya continuidad están comprometidos los sectores dominantes y los intelectuales a su servicio.
Con gobernadoras, alcaldesas millonarias, vicepresidentas, candidatas vicepresidenciales y una o dos reales o supuestas aspirantes a la candidatura presidencial, la malversación y el despojo visten de faldas, pero no se despiden.
El sistema político no es capaz de despojarse tampoco de las manifestaciones más elocuentes de machismo.
Mantiene a República Dominicana en la lista de los países donde el aborto, (en cualquier circunstancia) permanece criminalizado, justifica la violación sexual con la sola presentación del acta de matrimonio y tolera ciertas formas de violencia intrafamiliar.
El tinte medieval en la legislación lo preserva con la bendición de mitrados y cobradores de diezmos.
Legisladores, legisladoras y politiqueros cobijados bajo diversas siglas, igual que el presidente Luis Abinader, han dejado caer sus máscaras. ¿Acaso no es misógina y racista la acción de sacar de hospitales a parturientas haitianas marcadas previamente con el sello de ilegales?
¿Habrá discurso o felicitación protocolar que les quite el sello de abusadores?
A nivel global, la manipulación no es menos descarada.
Desde marzo del año pasado, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, ha solicitado el aplauso por el nombramiento en la jefatura del Comando Sur de la generala de cuatro estrellas Laura Richardson.
¿No es el Comando Sur tan repudiable con la generala al frente como lo fue con el prepotente almirante Craig Faller?
El feminismo es parte de la lucha por la inclusión y por el respeto a la dignidad humana. El Comando Sur es un organismo para la agresión, y esa realidad no ha cambiado.
No se trata de que el invasor tenga nombre femenino, sino de que no exista. La lucha por la integración de las mujeres no está desligada de la demanda de suplantación de un orden político y social excluyente y saqueador. El invasor es, por definición y por evidente ejercicio, torturador, saqueador y criminal.
Laura Richardson sirvió en Irak y en Afganistán. No ha sido un ente de lucha contra la opresión sino una opresora. Eso nada tiene que ver con la postura feminista.
Hablando de opresión y crimen, en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, alianza militar que mantiene amenazada a la especie humana, el secretario general Jens Stoltenberg podría ser sustituido en junio de este año por una mujer.
Entre las posibles sucesoras se encuentra la ex primera ministra belga Sophie Wilmes, la expresidenta de Estonia Kersti Kaljulaid, la ex ministra de Defensa alemana Annegret Kramp-Karrenbauer y otras cuyos nombres no figuran en las crónicas. Son nombres femeninos, pero ligados a la opresión y a la injusticia.
El rechazo a la utilización de falsas posturas de género para ejercer la manipulación política es parte del compromiso del feminismo hoy.
EN EL ESPECTÁCULO
En el plano de las ideas, también es momento de definición.
En algunos portales de Internet y en programas televisivos de varios países, a finales de febrero y al inicio de marzo hubo frecuentes publicaciones de mujeres que actuaban de manera violenta contra hombres. Más de un comunicador ha dicho que eso es también violencia de género.
El elenco de machistas de la telebasura (que patrocinadores y dueños de medios auspician y mantienen) utiliza estos espectáculos (muchas veces montados con pésimos actores) para desmeritar el reclamo de que sea debidamente tipificada la violencia de género y la demanda de que sean visibilizadas ciertas formas de violencia.
En realidad, la violencia de género se ejerce principalmente contra las mujeres. Surge cuando la víctima no acata órdenes dictadas bajo una relación de subordinación, cuando no realiza ciertas tareas domésticas, cuando viola normas sociales que solo son aplicadas a las mujeres y cuando no echa a un lado su voluntad y sus sentimientos para complacer a quien el orden patriarcal le impone reconocer como su dueño.
El delito de agresión contra los hombres, aunque proceda de mujeres, pocas veces tiene el sello de violencia de género, porque ocurre por motivaciones distintas a las citadas.
La agresión física y psicológica es castigable en cualquiera de sus manifestaciones, pero la calificación de violencia de género tiene sus especificidades.
Es preciso identificar y rechazar esta otra forma de manipulación, que pretende tener un alcance masivo.
El uso de los medios de comunicación (para el análisis político, para el entretenimiento o para el humor) es un ejercicio riguroso y de alto compromiso social, porque toca la subjetividad de mucha gente.
La difusión de chistes, relatos y canciones con contenido misógino es irresponsable, indolente y cruel, sabiendo que a nivel mundial más de una de cada cuatro mujeres ha padecido violencia de género y que en casi toda América Latina esta proporción supera la media global.
A los defensores del orden patriarcal les aterra la toma de conciencia en este sentido.
Feminismo es lucha por el reconocimiento de la dignidad humana.
La negación de derechos y la aceptación del abuso atentan contra la dignidad humana y, por supuesto, niegan el feminismo.
Es preciso sacar estas cuentas el 8 de marzo y siempre…