#Bolivia: Gobierno de Evo, faro de esperanza de los pueblos de Nuestra América

En un escenario regional marcado por la rearticulación de las corrientes contrarrevolucionarias de derecha alentadas por Estados Unidos, el presidente Evo Morales lanzó el desafío de que en este 2018, la economía boliviana cierre como la de mayor crecimiento en Sudamérica, tal como ocurrió en 2010, y de manera consecutiva en 2014, 2015, 2016 y 2017.
El reto se inscribe en un contexto internacional en el que corrientes políticas retrógradas retoman el poder, aplican políticas económicas orientadas a devolver al imperialismo la hegemonía perdida en América Latina en la última década, antes de 2015.
Fruto de una arremetida sin precedentes en contra de América Latina —su tradicional patio trasero—, Estados Unidos no ceja en imponer gobiernos lacayos y políticas que enajenan los recursos naturales, causan desempleo, privatizan el aparato productivo, la salud y la educación; disminuyen los recursos de programas sociales y congelan los salarios de los trabajadores.
Es en este escenario regional adverso que Bolivia se mantiene como un faro de esperanza para millones de campesinos, obreros, pobladores de una clase media empobrecida y de segmentos populares condenados a las tinieblas de la marginación social.
No obstante, la Bolivia de Evo se yergue como la antípoda del retroceso de la integración regional —que alienta el imperialismo con el apoyo del FMI y del BM—, gobiernos serviles y medios de comunicación vinculados y financiados por el gran capital.
Según el periodista cubano Hedelberto López Blanch, los grandes programas de austeridad que adoptaron los gobiernos neoliberales han elevado los índices de pobreza y el hambre entre la población de sus países, y favorecen a élites minoritarias y a las compañías multinacionales.
En ese contexto regional, ¿por qué Bolivia se mantiene como un faro de esperanza para las grandes mayorías de los países de América Latina?
Bajo la administración de Evo Morales, el primer indígena electo presidente en las urnas, Bolivia lidera la lucha por la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, por el control estatal de los recursos naturales y la redistribución del excedente económico entre los sectores secularmente marginados por el viejo Estado colonial. La nacionalización de los hidrocarburos marcó la inflexión entre la Bolivia neoliberal, el país “más pobre de Sudamérica” gobernado por políticos apátridas y corruptos; y la pujante Bolivia que hoy asume el desafío de liderar por quinto año consecutivo el crecimiento económico de Sudamérica.
Con Evo, Bolivia dio un vuelco de 180 grados a su destino y comenzó a sepultar la pobreza, el hambre, la falta de educación y la atención de la salud de su pueblo; flagelos sociales heredados de los gobiernos neoliberales que enajenaron los recursos naturales y promovieron el enriquecimiento de una oligarquía colonialista.
Ahora bien, datos incontrastables señalan que bajo el liderazgo del primer Presidente indígena, la inversión pública en Bolivia, que en 2005 era de $us 629 millones, creció de manera exponencial a $us 5.529 millones en 2017; y en 12 años del proceso de cambio llegó a un total acumulado de $us 42.712 millones.
En 2005, la extrema pobreza castigaba al 38,5% de la población boliviana, mientras que en 2017 ese índice cayó al 17,9%, es decir, 1,6 millones de personas salieron de la precariedad económica. Y si hace 12 años, la tasa de desempleo alcanzaba al 8,1% de la población económicamente activa, con Evo bajó al 4,48%, la tasa más baja de la región.
Y si en el período 1994 y 2005 los depósitos del sistema financiero crecieron en 69% y los ahorros del público se situaban en $us 3.826 millones, en los últimos 12 años los depósitos crecieron en un 495% y registraron $us 25.945 millones de ahorro.
Entre 1996 y 2005, el nivel máximo del salario mínimo nacional fue de Bs 440 o $us 55 (a una cotización de Bs 8 por cada dólar); entre 2006 y 2018 ese salario mínimo nacional se incrementó a Bs 2.060 o $us 296 (Bs 6,96 por dólar), lo que dinamizó la economía nacional, alimentó la demanda interna, fortaleció la estabilidad económica, benefició a los asalariados, a los empresarios y a los sectores productivos.
Hasta 2005, bajo los gobiernos neoliberales, los recursos naturales estaban en manos de extranjeros, los ingresos no llegaban a la población y el dinero del pueblo se repartía entre neoliberales y transnacionales.
No obstante, producto de la implementación de una política soberanista en pro de los intereses nacionales, con la nacionalización de los recursos naturales y de las empresas estratégicas, la riqueza de la patria pasó bajo el control de todas y todos los bolivianos.
Y como si fuera poco, si en 2005 alrededor de 3,3 millones de bolivianas y bolivianos pertenecían a la clase media (35% de la población), luego de 12 años de gobierno de Evo ese porcentaje trepó al 58%. Es decir, 6,5 millones de bolivianas y bolivianas hoy pertenecen a la clase media.
Y los logros de Bolivia no sólo pueden explicarse por la estabilidad de los precios de las materias primas, sino también por el esfuerzo de su pueblo, por el aporte de los trabajadores y de los empresarios, por el fomento al sector productivo y por la política de nacionalización que recuperó los recursos naturales y las empresas estratégicas para la patria.
Evo tuvo la valentía y la visión de estadista de nacionalizar los recursos naturales y renegociar los leoninos contratos que habían sido firmados por los gobiernos neoliberales con empresas extranjeras en rubros esenciales como telecomunicaciones, electricidad, minería e hidrocarburos.
El nuevo modelo económico posibilitó un salto radical del sistema neoliberal que mantenía a Bolivia —según organismos financieros internacionales— como el tercer país más atrasado y pobre de América Latina; a un sistema político inclusivo, a un país pujante y con objetivos de desarrollo definidos.
Es en este contexto que en el último gabinete ampliado, el presidente Evo exhortó a sus ministros y autoridades de las empresas públicas a extremar esfuerzos para que en este 2018 Bolivia se mantenga como la economía con el crecimiento más alto de la región, como el faro que ilumina la esperanza de millones de latinoamericanos que luchan por mejores días para sus pueblos.
Entonces, si en 2006 el PIB boliviano era de $us 9.549 millones, en 2017 creció a $us 37.239 millones, un PIB per cápita de $us 3.595 dólares en nominal y un PIB per cápita de 7.511 dólares en PPA, lo que permitió que Bolivia ingrese a la categoría de países de ingresos medios, según un reporte del BM. El PIB es el mejor barómetro de la actividad económica, pues mide el valor de todos los bienes y servicios producidos en un país o región.
La administración responsable de la economía boliviana ha permitido que en 2017 el país registre el incremento de sus Reservas Internacionales Netas (RIN), lo que fortalece la posición externa de Bolivia, cuya solidez es destacada a nivel regional y mundial por organismos internacionales, calificadoras de riesgo y analistas.
Según el Banco Central de Bolivia (BCB), al cierre de la pasada gestión las RIN se situaban en $us 10.261 millones, que en términos del PIB alcanzan al 27,1%, cifra ampliamente superior a los criterios convencionales sobre niveles óptimos y entre las más altas de América Latina y del mundo.
Asimismo, la deuda externa de Bolivia, medida en términos del PIB, representa el 24,6% y es una de las más bajas de la región y muy por debajo de los niveles referenciales de sostenibilidad, lo que permite asegurar una solidez externa y buenas calificaciones de riesgo país.
Ahora bien, queda de manifiesto que Bolivia goza de una buena salud económica y no atraviesa ninguna crisis, contradiciendo las expectativas malintencionadas de opinadores económicos que año tras año fallan en sus aseveraciones y predicciones.
En ese contexto, queda en evidencia la exitosa implementación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo que permite a Bolivia mantener su estabilidad económica, a pesar de un contexto internacional adverso, redistribuye la riqueza entre los segmentos secularmente marginados, beneficia a toda su población e impulsa su desarrollo. Así de claro. (Pensando Américas-Diario Cambio, de Bolivia)