Por Claudia Espinoza I.(*)
Corría el año 1994, Bolivia se desangraba en los siglos de historia de saqueo y expoliación. Como si no bastara, ese año, el 21 de marzo firmaron el nuevo capítulo de la depresión. El “Gringo go home” rubricaba la Ley de la Capitalización.
A sus espaldas, entre otros personajes, se apostaba el cementero Samuel Doria Medina listo con la pluma para firmar la venta de la riqueza nacional. Él mismo quien el 21 de febrero pasado se ufanaba en defender la consigna “Bolivia Dijo No” cual si fuera una victoria de la cual hubiera que vanagloriarse.