América Latina: la reelección de gobiernos progresistas

Por Agustín Palermo (*)
No faltan los puristas “izquierdistas” o los críticos “revolucionarios” para quienes la reelección, en este caso de los presidentes progresistas, es antidemocrática. Es decir, el hecho que líderes de izquierda como Evo Morales, Nicolás Maduro, Rafael Correa o "Lula" da Silva sean reelegidos es criticable porque estarían cayendo en prácticas dictatoriales. Visto así, el sistema democrático sólo estaría asegurado siempre y cuando haya alternancia de personas en el poder; por ejemplo, el bipartidismo sería un buen ejemplo de democracia; pero no se dice ni objeta nada si quienes se alternan en el poder son del mismo partido político, o si siendo de diferentes partidos mantienen el mismo modelo económico, o sea un continuismo en la política económica.
¿Por qué esos supuestos críticos no han dicho nada de este tipo de continuismo a pesar de que pueda haber alternancia de personas como presidentes? En la mayoría de los países de América Latina desde la década de los noventa hasta hoy, quienes han gobernado, lo han hecho aplicando estrictamente las políticas neoliberales y, los gobiernos progresistas han sido más bien las excepciones.
La alternancia que ha existido en los regímenes democráticos liberales en América Latina se ha reducido al cambio de personas en el poder, más no al cambio de propuestas de desarrollo humano para un país. Por ejemplo, Colombia y México han tenido alternancia en la presidencia en los últimos treinta años, pero ¿qué trascendencia ha tenido eso para la vida de los colombianos y mexicanos? ¿De qué ha servido la alternancia?
El tema de la reelección y la alternancia deben ser abordados tomando en cuenta las propuestas y los resultados de los candidatos en función del desarrollo humano. Es necesario analizar si esas políticas aseguran derechos humanos, porque no se trata de proteger privilegios de empresas y/o sociedades anónimas, sino de defender y garantizar derechos fundamentales de los seres humanos.
Los grandes medios de comunicación, las oligarquías nativas y Washington respaldan alguna reelección sólo si se trata de candidatos neoliberales, pero cuando son líderes progresistas, entonces emprenden contra ellos campañas millonarias de satanización, cuya consigna principal es: la reelección es antidemocrática. Y en esa campaña se devoran y utilizan a esos supuestos crítico “revolucionarios”.
Ha sido el ex mandatario Rafael Correa quien ha puesto el punto sobre la i, cuando ha dicho: “si quieren que no sigamos siendo presidentes, gánennos en las elecciones, pero no hagan patrañas”. Los que eligen son los pueblos, pero la caverna latinoamericana tiene miedo, porque sabe que no puede manipular a todos, menos aún a los pueblos que han decido echarse a andar. El pueblo venezolano, boliviano, ecuatoriano o brasileño ven en Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa y "Lula" da Silva a dirigentes abocados a transformaciones sociales cuya fin principal es el desarrollo humano. Si eso es interpretado por la derecha latinoamericana como perpetuación de individuos en el poder, entonces que le reclamen al soberano. (Pensando Américas)
(*) Colaborador latinoamericano de Pensando Américas