Sin duda alguna merece saludarse que Malasia e Indonesia se comprometieran en un acuerdo a recibir a miles de migrantes a la deriva en el mar, víctimas de traficantes y protagonistas de una crisis de imprevisibles consecuencias. Pero su visión temporal, por solo un año, después ceder a la presión internacional, y sin un enfoque integral de la dimensión del problema, deja dudas sobre una futura solución sostenible.