Venezuela | Hernán Vargas, dirigente social: “hay un pueblo que no está dispuesto a rendirse, al menos en su voluntad de paz y de justicia”
La situación que atraviesa Venezuela despierta más preguntas que respuestas desde que el pasado 23 de enero el presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó se autoproclamó como “presidente encargado”. El apoyo recibido -especialmente por Estados Unidos y la Unión Europea- genera presión todavía sobre el gobierno de Nicolás Maduro. Ahora, el apagón durante el mes de marzo ha impactado una vez más sobre las estructuras del Estado, del gobierno, pero también de la misma población que debió generar redes para poder subsistir. Las lecturas son diversas ante un escenario que se avizora complejo. Para el caso NODAL entrevistó a Hernán Vargas, referente del Movimiento de Pobladores y Pobladoras de Venezuela e integrante de la Secretaría Operativa de ALBA Movimientos a nivel continental, quien, desde una mirada popular, aporta un análisis político e internacional y sobre cuáles son los desafíos de los movimientos sociales.
¿Cómo se vivieron los días durante el apagón que afectó a Venezuela?
Fueron días de incertidumbre mezcladas con angustia y molestia, porque ciertamente puso muy complicada la reproducción cotidiana de la vida. Toda la vida depende de poder garantizar la energía y este apagón significó el 90 por ciento del país apagado. El otro dato que hay que mencionar es que, claramente, fue un sabotaje que generó toda una situación de movilización desde el gobierno para poder garantizar el restablecimiento del servicio, tratando de identificar cuál era el origen de los ataques, si fue un ataque cibernético y electromagnético o si hubo ataques físicos. Fue una etapa de incertidumbre tratar de ubicar las causas y cómo poder revertirlas. Hasta ahora conocemos que hubo que desactivar el cerebro, el sistema central de funcionamiento del sistema de generación y de distribución de energía nacional y empezar a operarlo de manera manual. A eso habría que sumar en general la reacción de la población. Hubo protestas de calles, saqueos en algunas regiones, pero también gente organizándose para poder garantizar el suministro de agua, apoyándose mutuamente para poder resolver el tema de la comida o los temas de salud. Diría que más allá de las distintas posiciones políticas y las lecturas, lo que se puso sobre la mesa fue que ganó la capacidad colectiva de resolver cosas y sobre todo la vocación de paz de la mayoría del pueblo venezolano. Creo que es importante debatir de aquí en adelante cómo se resuelven las cosas de manera colectiva y cuáles son las soluciones más individualistas en un proceso que va a ser lento.
¿De qué manera se organiza la sociedad desde que Juan Guaidó se autoproclamó presidente?
No hay cambio en la organización de la sociedad a partir de la autoproclamación de Guaidó. No tiene una incidencia concreta porque básicamente no hay una expresión concreta de un gobierno paralelo en Venezuela. Él ha recibido apoyo internacional de algunos países o del Banco Interamericano de Desarrollo que manifestó algún nivel de reconocimiento a acciones muy delicadas, como es el embargo de bienes y activos de la nación en otros países, pero realmente más bien son tomas de recursos por parte de otros gobiernos. Hay dos ejemplos: el gobierno de los Estados Unidos, con la empresa petrolera venezolana CITGO, donde toma por la fuerza los activos de la empresa petrolera venezolana. Y, en segundo lugar, el gobierno del Reino Unido, que ha tomado control de las reservas de oro que tiene el país en Gran Bretaña. Se trata de un gobierno colonial que toma control de recursos que le pertenecen a otro Estado. Así, el gobierno paralelo de Guaidó es un producto for export, que va orientado a ser acompañante de un guion de golpe de Estado. Luego de la disputa en centros internacionales vino el tema de la ayuda humanitaria, que afortunadamente fue derrotado por la vía pacífica con movilización venezolana y unida de las Fuerzas Armadas. Y, finalmente, el reciente episodio de sabotaje eléctrico. Creo que empiezan a ser cada vez más visibles los factores que están en conflicto. El gobierno de los Estados Unidos asume de manera directa la vocería y la acción del proceso del golpe de Estado. Juan Guaidó, es un personaje secundario en esa trama y es el pueblo venezolano el otro actor de la confrontación que resistió con solidaridad y con vocación de paz a este proceso y le corresponde seguir haciéndolo. Creo que el tuit del 8 de marzo del secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, donde escribió: “No hay comida. No hay medicinas. Ahora no hay electricidad. A continuación, no habrá Maduro”, es la confesión de un guion que marca la ruta política que Estados Unidos está asumiendo de manera directa contra el pueblo venezolano. El factor clave ha sido el reconocimiento de distintos sectores populares que sostienen que la guerra aquí no es chavista o no chavista, sino contra todo el pueblo para poder garantizar un cambio de poder.
¿Cómo se está manejando la oposición y cuál es su análisis al respecto?
Haciendo continuidad del planteo anterior el hecho de que Estados Unidos asuma de manera directa el conflicto ha por supuesto marcado a la oposición venezolana en términos de un nivel de desgaste muy grande. La oposición venezolana se compone de los sectores de la vieja política, como Acción Democrática y Copei (el Partido Social Cristiano) que son los sectores que estuvieron gobernando el país 40 años, la segunda mitad del siglo XX. Y, luego, está compuesta por las nuevas clases políticas un poco más neoliberales con un sentido neoconservador y neofascista, cercano a Estados Unidos. El gran dilema es que frente a la apuesta de EEUU no tiene sentido el generar política nacional. En el 2002, cuando fue el primer golpe de Estado contra Hugo Chávez, la línea mediática interna, era muy fuerte, hoy la línea mediática no es hacia adentro del país, es hacia afuera porque el primer nivel de disputa está a nivel internacional y las agendas tienen que ver con intervención o con un desgate para un quiebre militar o por la fuerza. Esto no ha permitido que haya una oposición nacional que pueda generar una política propia, de movilización, que discuta con sus bases cuál es el proyecto de país. Es una oposición que cerró las sedes nacionales en términos simbólicos de la política, no construye base. Allí, un elemento icónico es que el 23 de enero, cuando se realizó el acto de proclamación, fue uno de los puntos de movilización de calle importante de la oposición aun cuando no sobrepasó el estimado de 50 mil personas. Sin embargo, fue un proceso de movilización de masas y muchos pensábamos que eso significaría empezar a construir una línea nacional, pero en realidad, cuando miramos las distintas convocatorias vemos que han sido mucho menores, porque ciertamente la gente cuando hay una autoproclamación de un presidente se siente engañada, no siente que esa sea su apuesta, no tiene claro cuál es el proyecto, teme cuando le planteas que la línea es una posible intervención militar. Entonces, el gran drama de la oposición venezolana es que se diluye en la medida en la que no logra negarse a sí misma para poder abrir paso a una línea política de los EEUU que sencillamente pasa por controlar el petróleo, no le interesa construir opción democrática. Hay un antecedente en este sentido de cuando la oposición venezolana se levantó de la mesa de diálogo donde uno de los puntos centrales era ir a elecciones (NdeR, a principios de 2018, en República Dominicana). Nosotros decimos que el gobierno de EEUU evaluó en ese momento que no era su interés un proceso de elecciones, necesita una toma del poder por la fuerza, que le permita operar un gobierno de transición tutelado, tomar control de los recursos naturales, romper el rol geopolítico de integración que ha dado Venezuela y que le permita, por supuesto, acabar con la impronta de un estado de derecho social y de justicia y la perspectiva de un modo alternativo que es el socialismo, que es lo que se ha construido.
¿Qué desafíos se presentan para los movimientos sociales y feministas ante esta situación y qué lecturas hacen al respecto?
Diría que es justamente cómo mantener las banderas de la soberanía y de la paz de manera conjunta, porque la línea de golpe de Estado es tomar el poder por la vía que sea y pareciera que la intención es orillar al pueblo a la guerra. Cuando uno mira los cinco días recientes de sabotaje eléctrico, lo que siente es que había una apuesta consciente de tratar de generar un escenario de guerra civil o de estallido social. Son situaciones imponderables, incontrolables, y uno ve que la posición del pueblo ha sido reiteradamente plantear la necesidad de paz y de diálogo, así ha sido desde la convocatoria de la Asamblea Constituyente y durante las guarimbas (NdeR, los hechos violentos) del 2014 y de 2017. La paz en este momento no es un hecho consolidado, sino algo que hay que pelear y ese es un primer elemento, un desafío central que va de la mano con el reto material. El presidente Maduro recientemente por redes sociales informó que se está logrando restablecer todos los distintos sistemas de funcionamiento de la vida de la población, pero ahora nos toca el reto de ver cómo hacer con todas las heridas que nos ha dejado. Me refiero a que es un país que cada dos semanas tiene nuevas sanciones por parte del gobierno de EEUU para cerrar nuestra capacidad de recibir pagos, de importar, de operar en general, y evidentemente el sabotaje eléctrico de los últimos días suma mayores elementos. Sin duda, hace más difícil las operaciones petroleras, de las empresas e industrias básicas del sur, y así a distintos niveles, significa una pérdida material. Ese es el segundo elemento: cómo hacer frente a un escenario de bloqueo que ha venido desgastando cada vez más las posibilidades de reproducir la materialidad de la vida. El gobierno ha venido accionando para sostener esa materialidad, pero la materialidad del país está en riesgo. Como en el resto del mundo, el capital en función de reproducirse, el imperialismo en función de recomponerse ataca la vida. Entonces, desde el movimiento popular tenemos ese reto: ver cómo articular una agenda de unidad que permita avanzar en construcción orgánica para poder garantizar formas de planificar, de producir, de intercambiar, de gestión, de control social que permitan operar en un escenario de crisis como esta que vivimos. Si no tenemos todos los recursos de la renta que estamos acostumbrados a tener ¿qué hacemos? Hasta ahí nos llega la soberanía, la paz… seremos el pueblo que frente a las peores circunstancias encontrará hacerse de las mayores expresiones comunitarias que hasta ahora ha tenido, las potenciará y las instrumentará en forma de política para poder superar el momento que se viene. Está claro que el imperialismo tiene una agenda de derrocamiento del gobierno de Venezuela, pero también hasta ahora, pareciera estar claro que hay un pueblo que está dispuesto a no rendirse, al menos en su voluntad de paz y de justicia.
Por Carla Perelló, de la redacción de NODAL - Pensando Américas