La actual directiva de política exterior de la Casa Blanca contra Cuba, además de la vil obsesión imperial de destruir la Revolución, recogida en un guión de más de seis décadas de agresiones y fracasos, se inscribe en la proyección fascista global de un gobierno que la propia prensa estadounidense califica en desespero y desatino, con un mandatario arrinconado y a la defensiva, y un comportamiento autodestructivo