Olga y su recuerdo de Fidel
Olga y su recuerdo de Fidel
Por Roberto Chile/ Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
En julio de 1990, Fidel visitó el campamento de Tarará -balneario al este de La Habana- que albergaba entonces a miles de niños y niñas de Ucrania, Rusia y Bielorrusia, quienes habían viajado a Cuba tres años después del accidente nuclear de Chernóbil, para recibir atención médica. Después de un breve recorrido por la playa, donde compartió con los niños, familiares y guías que se encontraban disfrutando del sol y del mar, Fidel visitó el hospital de la instalación, motivo esencial de su visita esa tarde a Tarará.
Una vez allí, la doctora Olga Desinova, médica coordinadora de un grupo de niños ucranianos y madre de uno de ellos, admirada por encontrarse con el Comandante en persona, le obsequió una gorra adornada con sellos ucranianos de gran simbolismo que llevaba puesta en ese momento su hijo Olieg. Seguidamente Olga, con palabras emotivas, agradeció a Fidel, a los médicos y al pueblo de Cuba, por la atención gratuita ofrecida a miles de niños y niñas con distintos padecimientos. Fidel tomó su gorra verde olivo y mientras la firmaba le dijo: -Yo le regalo mi gorra también- extendió su mano y se la puso a Olga en gesto cordial.
Todos, niños y adultos, aplaudieron entre lágrimas y sonrisas el gesto del líder revolucionario, momento este que fue grabado para siempre en mi cámara y mi corazón. Cuando me incorporaba al auto en que viajábamos mi asistente y yo para continuar el recorrido, Fidel solicitó verme con uno de sus escoltas. Sentado en su vehículo me dijo:
– ¿Si tú te vas ahora te dará tiempo a publicar en el noticiero de las ocho todo esto que ocurrió aquí? Es importante que se conozcan estas historias.
-Sí- dije sin pensarlo dos veces, aunque eran más de las cinco de la tarde y apenas me alcanzaba el tiempo.
Partimos inmediatamente para la cabina de edición. En el trayecto fui revisando en el visor de la cámara lo que habíamos filmado y armando mentalmente la secuencia. Llegamos al estudio y empezamos a trabajar. En menos de dos horas editamos el reportaje y sin perder un instante lo llevamos al Noticiero de Televisión. A las ocho de la noche el encuentro de Fidel, Olga y los niños de Tarará salía al aire en el noticiero estelar.
Días después, un compañero de su escolta me contó que esa noche Fidel los reunió a todos para ver el Noticiero. En cuanto comenzó el reportaje se levantó de la silla y fue avanzando hacia el televisor hasta que terminó de verlo a medio metro de la pantalla:
“Imagínate al Comandante justo delante de un televisor Panda, ¡no dejaba ver a nadie! Cuando terminó se volteó y exclamó: – ¿Vieron que emotivo? a lo que uno de ellos respondió: Comandante, lo oímos porque usted no nos dejó ver”. Y terminaron riendo.
Así se habrá emocionado con el mensaje agradecido de la madre doctora rodeada de niños que acudieron a Cuba para salvar sus vidas. Ese encuentro de Olga con Fidel en Tarará ha sido uno de los momentos que más me ha conmovido de tantos que he filmado en la vida. Tal vez por lo sensible y simbólico incluí esa secuencia en mi documental Fidel es Fidel, transmitido en más de una ocasión por la Televisión Cubana. Quién iba a decirme que casi treinta años después de esa tarde de julio de 1990, iba a encontrarme nuevamente con la doctora Olga Desinova. No precisamente en Tarará, sino en su casa de Ucrania, para rememorar aquel hecho y saber de su hijo con motivo del documental que estaba filmando junto a la periodista Maribel Acosta, producido por Graciela Ramírez, directora de la revista Resumen Latinoamericano, documental que titulamos “Sacha, un niño de Chernobyl”.
Después de un cálido saludo y casi una hora de diálogo, Olga nos contó: «¿Saben? Yo no tengo recuerdos de esa gorra. Simplemente nunca me olvido de ella. Ese era un momento que no podía simplemente ni soñar. Nosotros nos estábamos preparando para ir a la playa con los niños y en ese instante pasó una guagua diciéndonos que Fidel Castro acababa de llegar al Hospital Central de Tarará. Enseguida echamos a correr. Ya en el autobús el chofer nos dijo: Siéntense, que yo los llevo. Cuando llegamos al hospital lo vimos: Una leyenda viva. Ese hombre era… bueno, no voy a encontrar palabras para describir lo que percibimos al verlo. Habíamos oído hablar mucho de él, pero verlo en persona era algo especial. Mi hijo tenía puesta una gorra decorada con muchos sellos ucranianos y para agradecerle lo que Cuba estaba haciendo por todos esos niños, le regalé la gorra y él se la puso. Después él firmó la suya y en gesto de reciprocidad me la obsequió”.
Conmovida, nos enseñó la gorra con la firma de Fidel, que guarda celosamente desde aquella tarde de julio de 1990.
“Yo no puedo expresar con palabras todo lo que tengo en mi corazón. Simplemente quiero transmitir como madre y mujer, mi agradecimiento al pueblo de Cuba, cuyo corazón no quedó frío ante los problemas de las personas más desprotegidas del mundo. Porque ellos ayudaron, dieron sus vidas, su tiempo, para que mi hijo y yo, como miles de otros niños, padres y madres, fuéramos felices”.
Olga no se desprende de la gorra. “Muchas personas me han pedido mirarla, tomarla en sus manos, pero yo la enseño solamente desde las mías. Siempre conmigo”.
Ese día compartimos largamente con Olga en su modesta casa de un pueblo cercano a Kiev. Los pinares que nos vieron llegar dieron la bienvenida al invierno ucraniano y antes de vernos partir se habían copado de nieve. El horno tradicional nos dio calor como es común en las antiguas residencias y la mesa ucraniana nos deleitó hasta el abrazo de despedida. Olga devolvió la gorra de Fidel a su lugar sagrado y este hombre de la cámara terminó de contar un relato que empezó hace más de tres décadas.
Nota del editor: Ambos momentos aparecen en el documental “Sacha, un niño de Chernobyl”, que se estrenó en la Mesa Redonda el 29 de marzo pasado y que será retransmitido hoy por el Canal Educativo a las 8:30pm luego del NTV.