Obama llega cuando la Ley Helms-Burton cumple veinte años

15 de marzo de 2016
Por Gabriel Molina Franchossi
La paz y tranquilidad que reinan en Cuba son cada día más universalmente reconocidas. Es una realidad hija del ejemplo de sus dirigentes, pues Fidel y Raúl han hecho siempre honor a su maestro José Martí
El presidente Bill Clinton firmó la Ley Helms-Burton en la Casa Blanca rodeado de importantes miembros de la ultraderecha anticubana de Miami. Foto: AP
El presidente Barak Obama entierra varios mitos con su histórica visita a Cuba. Derrumba la hegemonía de la mafia cubano-americana sobre el importante estado de La Florida y sobre la verdad de la mayor de las Antillas. Tuvo el valor de prescindir de la escabrosa maquinaria de Miami, no contar con sus votos, sus aportes monetarios y su habilidad para el fraude.
Cuba y Estados Unidos han sostenido durante más de un siglo una relación que muchos llaman eufemísticamente de amor-odio. Esta es una nación que respeta a Estados Unidos, que se distingue por que no ha querido odiar al pueblo norteamericano, a pesar de conocer las apetencias que ha despertado y despierta en los gobiernos de esa nación. Apetitos que basados en la Enmienda Platt o en la Ley Helms-Burton, aun pretende ignorar los derechos de los cubanos que son consagrados por más de 100 años de lucha y por los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
La paz y tranquilidad que reinan en Cuba son cada día más universalmente reconocidas. Es una realidad hija del ejemplo de sus dirigentes, pues Fidel y Raúl han hecho siempre honor a su maestro José Martí. Tal vez este sea el único país donde nunca se quemará la bandera de EE.UU. Jamás se ha pregonado el odio a sus enemigos. En los círculos infantiles, a los párvulos se les enseña civismo y ética, aprendiendo con los versos de Martí: “Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo. Cardos ni ortigas cultivo, cultivo una rosa blanca”.
88% DE LOS VIAJEROS DE EEUU. A CUBA FAVORECE LEVANTAR EL BLOQUEO
Una encuesta del diario El Nuevo Herald, archienemigo de la Revolución Cubana, y la agencia AP, a cargo de la firma Friendly Planet Travel, reveló que el 88% de los viajeros estadounidenses a Cuba favorecen el levantamiento del bloqueo sobre la Isla. El presidente Obama y el propio Kerry han pedido al Congreso que vote por terminar de una vez con esa política llamada embargo por los gobernantes norteamericanos.
En las Asambleas Generales de la ONU, cada año 188 votos demandan el cese del bloqueo y solo dos votan a su favor, EE.UU. e Israel.
No es por azar que Jontay Darkol, alumna becada de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) —proyecto que ha graduado a más de 24 mil jóvenes profesionales de la salud provenientes de 84 países donde no podían costearse esos estudios֫—, admira los actos de cortesía cuando muchos le extienden la mano para bajarse de un autobús en Cuba. Darkol reside en Chicago, Illinois, estado en que desde 1997 fue elegido senador estatal, hasta el 2004 en que lo eligieron senador de los Estados Unidos, a Barack Obama, primer afroamericano que llega a la presidencia de EEUU.
La joven estudiante de 5º año de esa noble carrera asegura que no ha sentido odio alguno ni rencor hacia su pueblo al presentarse ante los cubanos como una norteamericana; la reciben con cariño a pesar de la saga de esas relaciones… “lo más valioso en la vida no son los objetos adquiridos en los mercados, sino la cultura aprendida·”. (1)
Su amiga, Shaneen White, hace solo seis meses inicio sus estudios en Cuba y recién acabó un curso de idiomas que ya le permite dominar la lengua. Ella es de Tampa, Florida, ciudad a la cabeza de las que reclaman restablecer sus lazos históricos con Cuba.
DE LA ENMIENDA PLATT A LA LEY HELMS-BURTON
Al iniciarse el siglo XX, “Estados Unidos estaba codificando las futuras relaciones con Cuba, a través de la Enmienda Platt. A fines de esa centuria, el gobierno de Washington trataba de hacerlo con las leyes Torricelli y Helms-Burton. Estos tres documentos proyectan una reveladora imagen del histórico cambio revolucionario y una pretendida transición de ideología”, según la escritora Jane Franklin.
Esa pretensión data del siglo XVIII. El habanero Juan Miralles, comerciante de mercancías diversas, entre ellas las humanas, se sintió feliz cuando fue escogido por la corona española para observar el proceso de independencia emprendido meses antes por las trece colonias inglesas en Norteamérica.
El sagaz agente comprendió rápido que en esa tierra había un mercado prometedor y un proveedor que, por la cercanía, en poco tiempo podía servir pedidos que tardaban seis meses desde España.
Se convirtió así en un aprovechado colaborador y admirador de los próceres norteamericanos, a quienes prestó valiosa ayuda material y moral. Lejos estaba entonces de imaginar cuánto costaría a España y a Cuba la estrecha relación que contribuyó a crear, movidos todos no por la noble causa de la libertad de ese pueblo, sino por sus intereses personales y los de las coronas española y francesa, moderadamente beneficiados si debilitaban a la metrópoli inglesa.
La lucha del pueblo cubano por lograr y preservar su independencia, antes frente a España y después con el más poderoso adversario de la historia, cuenta con más de dos siglos.
Desde 1805, ya el presidente norteamericano Thomas Jefferson advertía al ministro inglés en Washington que en caso de guerra contra España, EEUU se apoderaría de Cuba por necesidad estratégica.
Y en 1823, John Quincy Adams, secretario de Estado de Monroe, escribía: “Cuba prácticamente a la vista de nuestras costas, reviste por múltiples razones una importancia capital para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión… es prácticamente imposible resistir la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República federal será indispensable.” Así se expresa la estrategia de esperar el minuto propicio para hacer caer a la fruta madura.Hallándose madura sería hora de justificar la guerra contra España a que hizo referencia Jefferson. El pretexto fue la voladura en La Habana del vapor El Maine, según el historiador Howard Zinn, una de las justificaciones entre las esgrimidas por Washington para comenzar su guerra. El eminente escritor lo compara con el bombardeo de Pearl Harbor en Hawaii y el Golfo de Tonkin, en Viet Nam.
En 1901 se aprobó en el mismo Congreso la Enmienda Platt, esa Ley Helms del siglo pasado, que dio también paso a “una transición democrática y pacífica en Cuba”. El 20 de mayo de 1902 se consumaba en el impresionante Palacio de los Capitanes Generales de La Habana la transición cubana, de colonia a neocolonia. Esa fecha marca el fin de la etapa colonial; mas también significó el inicio de la lucha contra la metrópoli neocolonial que anunciaron Martí y Maceo.
En las dos guerras de independencia de Cuba, las zonas oeste y este del país tenían diferente situación económica: la occidental más desarrollada, con más esclavos, más producción y más facilidades de comercio que la oriental. Esos factores y la madurez política alcanzada por algunos terratenientes con la influencia de la Revolución Francesa, crearon las condiciones para que al este de la isla se iniciase la conspiración anticolonial, que derivó en la lucha armada por el progreso socioeconómico, la abolición de la esclavitud y la emancipación.
Carlos Manuel de Céspedes —el Padre de la Patria—; Perucho Figueredo y Pancho Vicente de Aguilera, pertenecen al grupo de terratenientes bayameses, iniciadores y ejecutores de la rebelión.
La toma de Bayamo, en octubre de 1868, fue la primera victoria militar, las filas fueron nutriéndose de miles de blancos, negros y mulatos libres que se incorporaron a la lucha en los días posteriores a su inicio el día 10 y dieron al hecho un indudable matiz popular del que careció la de Estados Unidos, pues sus próceres, incluyendo a Jefferson y Washington, prefirieron mantener la esclavitud de los afroamericanos. En Cuba se promulgó la libertad de los esclavos y así se dio comienzo a una contienda diferenciada de la de EE.UU.
Casi 40 años después, haciendo abuso del artículo tercero de la Enmienda Platt, el 29 de septiembre de 1906 el secretario de Guerra de EE.UU., William Platt, asumió el poder en Cuba. Era esta la segunda intervención de Estados Unidos en la isla. La primera fue cuando en 1898 el ejército español ya estaba en la práctica vencido.
El arraigado espíritu independentista de los cubanos, impidió a EE.UU. anexarse a Cuba, que llevaba muchos años de luchas por emanciparse. El país pasó de unas manos a otras presidido por Tomás Estrada Palma. Antes de abandonar la administración, los ocupantes garantizaron las bases “legales” para la intervención que privó a los cubanos de la independencia, otorgó decenas de concesiones a empresas norteamericanas y se estableció un modelo de dominación basado en la dependencia a EEUU. Anexionista confeso y candidato de Washington, a través de él se instauró el lucrativo y rentable Tratado de Reciprocidad Comercial vigente de 1904 a 1934.
La reelección fraudulenta de Estrada Palma en 1906, dio lugar a una rebelión protagonizada por veteranos de la Guerra de Independencia y miembros del partido liberal, la insurrección conocida como “Guerrita de Agosto”, se extendió por varias provincias del país, ante la crítica situación enfrentada por el gobierno y su incapacidad de sofocar el levantamiento, el presidente ignorando los reclamos de los rebeldes, solicitó la III intervención norteamericana. Theodore Roosevelt, entonces presidente de Estados Unidos, envió al Secretario de Defensa de Estados Unidos, William Taft, a bordo de barcos de guerra. Estrada Palma y su gabinete renuncian y el 29 de septiembre de 1906 Taft asume el poder como gobernador general. Dos semanas después Charles Magoon, sustituye a Taft y se mantiene hasta el 20 de enero de 1909. A partir de entonces, los capitales de EE.UU. se ampliaron y fortalecieron, Cuba quedó bajo su patrocinio hasta el triunfo revolucionario de 1959.
La Enmienda Taft fue derogada en 1934 por Franklyn Delano Roosevelt, después de negociaciones y de incesantes protestas de los cubanos. Surgieron nuevos mecanismos inspirados en la antigua Teoría General de las Obligaciones, que utilizaba presiones y acuerdos del tipo: doy para que des; doy para que hagas; hago para que hagas; hago para que des: pago y ordeno para que obedezcas. A través de él se instauró el Tratado de Reciprocidad Comercial, vigente de 1904 a 1934.
Ya en 1928 los norteamericanos eran dueños de la industria azucarera, los servicios públicos, los ferrocarriles, las minas, la industria del tabaco, los servicios públicos, los hoteles, el juego, los entretenimientos, el comercio y la agricultura, la mayoría de las fábricas, los inmuebles y hasta la deuda pública. Desembocó en otra revolución en1933. Desde ese año el presidente Franklyn D. Roosevelt gobernó durante cuatro períodos, en lugar de los usuales dos, y puso al Estado en combate para contrarrestar la teoría neoliberal causante de la crisis que atravesaba el país y el mundo en 1929, semejante a la que afrontó exitosamente Obama. En América Latina sustituyó las cañoneras con la “Política del Buen Vecino”. En La Habana dejó sin efecto la intromisoria Enmienda Taft y al mismo tiempo hizo abortar el proceso revolucionario hasta 1959.
La Ley Helms-Burton aprobada por el presidente Clinton en marzo de 1996 fue redactada por abogados de la firma Bacardí y presentada por el senador Jesse Helms. Fue aprobada después de siniestros vuelos varios días sobre La Habana, provocaciones organizadas por los grupos ultra de Miami, hasta que dos aviones fueron abatidos. Esa ley otorga al Congreso de Estados Unidos la facultad de definir cuándo un gobierno es legítimo. La ley no solo es extraterritorial contra Cuba, sino también contra la soberanía de todos los países.
Cuba ha sido objeto de la más prolongada guerra económica de la historia, parte de una guerra en las costas y cielos contra barcos y aviones, quemaron viviendas y destruyeron centros agrícolas e industriales. El 4 de marzo de 1960, en el muelle de La Habana, hicieron explotar el barco francés La Coubre y hubo más de cien muertos, entre ellos, seis marinos franceses y cientos de heridos. En 1976 fue la voladura del avión de Cubana en Barbados por terroristas que hoy aun se pasean por Miami y disfrutan de la libertad que les proveyó el gobierno de George Bush.
Debía conocerse en el mundo toda la verdad del llamado embargo. Las cancillerías conocieron bien las presiones para que no se vendiesen armas a Cuba, se saboteaba las que lo hacían. Después de abril de 1961 hubo otras 570 acciones terroristas, entre ellas, 717 serios ataques contra equipos industriales. Se causó la muerte en el período de 234 personas. “Aquel terrorismo provocó en total más de 3 500 víctimas y 2 000 mutilados”, informó Fidel.
Obama, al restablecer las relaciones diplomáticas y las medidas ya tomadas no ha parado sin embargo esa guerra no declarada. Pero estas acciones reconocen la resistencia de los cubanos.
Las condiciones esgrimidas en estos años han ido variando hasta ir a dar al principal objetivo del stablishment: la transición ideológica. Esta visita podría ser reveladora con distintas variantes. Por lo pronto, en cierto modo son ya doscientos años de lucha.
Granma Internacional, 11 de marzo 2016, p 126