#México, tan lejos de Dios y tan cerca del Diablo

Jul 03, 2017

Por Ana Hernández Hernández (*)

Desde su propia fundación la Organización de Estados Americanos (OEA)  se ha caracterizado por responder de manera abierta y descarada a los mandatos de su amo, los Estados Unidos, y prácticamente su debut injerencista lo tuvo con Cuba, pues consideraba a la mayor de Las Antillas  un peligro para la paz y la seguridad del continente.

En la temprana fecha de agosto de 1959, solo seis meses después del triunfo revolucionario en la isla, comenzó la OEA con todo su combo de títeres a conspirar, en esta oportunidad a través de los gobiernos de Panamá, Nicaragua y República Dominicana que acusaban a Cuba de injerencia en los asuntos internos de sus respectivos gobiernos, lo cual inicialmente no trascendió mucho, pero marcaron una pauta que de conformidad con los intereses de Washington  se comenzó a sentar las bases para el aislamiento político-diplomático de Cuba y para intentar “legitimar” una agresión militar directa contra la nación caribeña.

En aquella oportunidad, un país latinoamericano que siempre se mostró solidario con Cuba en disímiles ocasiones, antes y durante la contienda definitiva para triunfo rebelde, se negó a formar parte del repulsivo entramado injerencista, al que la totalidad de los países se adhirieron, me refiero a México, a ese México que hoy ante una situación bastante similar con la República de Venezuela se muestra de alas y suelas caídas, porque en la actualidad lleva la iniciativa de injerencia contra la Patria de Bolívar y Chávez.

Lo anterior constituye una verdadera vergüenza en Nuestra América, pues adoptar una postura injerencista contra Venezuela, durante los recientes encuentros en la OEA, México revierte su tradicional y comedida política exterior de no intervenir  y respetar la soberanía de otras naciones de la región y el mundo.

Tal es así que,  Adalberto Santana Hernández, especialista en estudios de América Latina y el Caribe y también profesor-investigador de la UNAM, al referirse a la posición de la representación mexicana en la OEA dijo: “Sienta un grave precedente en la historia diplomática de México, que se convierte así en una política no sólo intervencionista, sino en aliados fundamentalmente de las políticas intervencionistas de EEUU y de otros gobiernos de la región, que en coro se han unido para violentar y querer desestabilizar aún más la situación de crisis política que hay en Venezuela”.

Mientras todo este papelón de títere por parte del gobierno de México, plegado a los mandatos y órdenes desde la Casa Blanca, a través del Ministerio de las Colonias Yanqui, se consolida en la región, en esa nación cada día se incrementa: la violación de los  derechos humanos, la inseguridad, los desaparecidos,  entre los que figuran no pocos periodistas ultimados en el cumplimiento de su deber, en fin el caos se multiplica, con el silencio cómplice de Luís Almagro, la OEA y los gobiernos fetiches de Argentina, Brasil, Honduras, Argentina, Guatemala, entre otros que no limpian su casa y critican la del vecino.

Realmente México da pena,  avergüenza, ¡tanto por poner en su sitio allí en su tierra! Y anda metiendo las narices en los asuntos internos de Venezuela, mientras todavía familiares, parientes, vecinos, madres, padres y  hermanos de los 43 de Ayotzinapa esperan la justicia por sus muertos y desaparecidos.

En fin como dijera, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, militar y político mexicano, que ejerció el cargo de presidente de México, en nueve ocasiones: “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.” (Pensando Américas)

(*) Periodista cubana colaboradora de Pensando Américas