Matrix Cuba

Jul 22, 2021

Rosa Miriam Elizalde

En los primeros días de marzo de 2021 el presidente Joe Biden publicó su Guía estratégica interina de seguridad nacional. Como suele ocurrir, el documento –de 20 páginas– desapareció en el mundo matrix donde un abismo insalvable separa la apariencia de la realidad. Si alguien mencionó este documento, pocos se enteraron. Entre quienes leyeron el titular que daba cuenta del informe presidencial, apuesto a que sólo los expertos pasaron del primer párrafo.

Pero allí se puede encontrar la línea maestra de los incidentes del 11 de julio en Cuba, que vienen gestándose desde hace meses, es verdad, pero son coherentes con los diseños estratégicos que impulsa la actual administración estadunidense. Biden, hasta ahora, sigue siendo Trump para Cuba y la indecencia de concebir el mundo como un horizonte de la Casa Blanca, sigue tal cual.

Las Operaciones Militares de Apoyo a la Información (así llaman ahora a las técnicas de manipulación que ha utilizado toda su vida el Ejército de Estados Unidos) van a seguir intentando convencer a millones de personas de que la realidad virtual es el mundo real. Como el filete que consume el villano de la película Matrix, Cypher, parece jugoso y está delicioso, pero es una ilusión.

“Mantendremos la capacidad de las fuerzas de operaciones especiales para que se enfoquen en las respuestas a crisis y para que prioricen [...] la guerra no convencional”, anota la Guía Biden, después de demandar “enfoques creativos”, “fortalecer a los aliados”, trabajar con “socios que piensen igual que nosotros” y que tengan en cuenta que “por debajo de este mundo está una revolución tecnológica” que “inspira a la nueva generación”.

Durante los disturbios que no sobrepasaron las 12 horas, pero que siguen siendo fuente del capital ilusorio de la matrix mediática, las audiencias de CNN, The New York Times, Washington Post y otras vacas sagradas del periodismo, además de Michelle Bachelet y cientos de usuarios de las redes, han estado publicando imágenes de manifestantes pacíficos en Cuba que, para descrédito de los medios, de la alta comisionada de la ONU y de la derecha internacional, no eran opositores, sino cubanos que apoyan al gobierno de Miguel Díaz-Canel. La cadena de televisión Fox llevó las fake news a otro nivel cuando borró los carteles con consignas revolucionarias que portaba un grupo durante un acto en La Habana.

Los cubanos sabemos que en los acontecimientos del 11 de julio intervinieron muchas variables y no sólo la guerra no convencional que tan graciosamente reivindica Biden. No comenzó con él la estrategia de subversión, seducción y desmontaje ideológico para el “cambio de régimen” en Cuba, ni el bloqueo dirigido a rendir por hambre y desesperación a millones de personas, ni la pandemia que ha puesto en tensión al sistema sanitario y genera estrés, ansiedad y depresión como en todas partes. No es responsabilidad de esta administración la demora de los cambios económicos y las transformaciones sociales que discutieron los cubanos en miles de asambleas y fueron aprobados en sucesivos congresos del Partido Comunista de Cuba. Tampoco se le pueden achacar al imperio los problemas de la comunicación política del país, que hemos discutido los periodistas hasta el aburrimiento.

Pero la guerra no convencional está ahí, en los hechos y en la letra impresa de los documentos estratégicos del gobierno que llegó a la Casa Blanca en enero y le vendió al mundo la esperanza de un “líder decente”. En este minuto, Cuba está expuesta a dos amenazas existenciales, aunque la matrix quiere que usted crea otra cosa. Una, la posibilidad de intervención militar que han reclamado en actos públicos en Miami encabezados por el alcalde Francis Suárez. La otra es esta agresión que busca desesperadamente la réplica del 11 de julio con cibertropas, fake news y ataques coordinados en las redes sociales, e impone enormes desafíos a la seguridad y estabilidad del país.

Estos desafíos exceden las nociones tradicionales de la guerra, y el gobierno de Estados Unidos lo sabe muy bien. Son sus expertos los que han alertado que el mundo matrix, con sus guerras de información y sus ciberataques a gran escala, puede ser considerado una suerte de arma de destrucción masiva con consecuencias imprevisibles fuera del control de los Estados. No es posible que algo así se ejecute sin catalizar las tensiones regionales y globales.

Una campaña de ataques a la credibilidad de un gobierno, combinada con acciones de ciberguerra contra infraestructuras civiles críticas (sean medios públicos de comunicación, un aeropuerto o una planta eléctrica), es algo relativamente fácil de lograr. “No hacen falta enormes recursos. Es una amenaza creciente, más realista que una auténtica ciberguerra entre potencias”, ha dicho Liina Areng, asesora de Relaciones Internacionales del Centro de Excelencia para Ciberdefensa de la OTAN, ubicado en Estonia.

Quien se lee el documento del cual les hablo, verá que no sólo Cuba está en ese punto de la película en que la máquina le dice al protagonista “Matrix te posee” ( Matrix has you) y acto seguido: “Neo, tarde o temprano te darás cuenta, igual que yo, de que hay una diferencia entre conocer el camino y caminar por el camino”. O lo que es lo mismo, entre este ir y venir de la realidad a la ficción cuando se escuchan tambores de guerra.

Tomado de La Jornada