La mano que tiende Cuba (+ suplemento en formato PDF)
20 de Marzo del 2016
Este domingo llega el presidente Barack Obama y Cuba tenderá de nuevo su mano franca, la única que tiene, serena y transparente
Ahora que todos hablan de deshielo, aquí decimos de tales témpanos como en la bella canción: «esos no son cubanos». No los pusimos ahí. Caribeñísimas como nosotros, las grandes figuras de la Patria solo legaron calor y afectos: si lucharon y luchamos —¡y mire que no nos queda mal el lance!— es porque un solo trozo de tierra amenazado es desafío a cualquiera de sus hijos. Así, un pueblo plantado entre las olas de una Isla levantó su Historia impresionante.
Este domingo llega el presidente Obama y Cuba tenderá de nuevo su mano franca, la única que tiene, serena y transparente. Si ambos queremos, podemos cambiar el mundo en dos países: mudar el cálculo de la fruta madura por la cosecha unida de otras nuevas; trocar el muro del bloqueo por una valla que frene las tormentas; dejar atrás el tiempo de «las maletas hechas» e invitar a millones a la mochila ligera que permita mirar por un par de semanas la quijotesca ínsula de la Revolución.
Al otro lado pudieran respaldar cualquier brigada —de turistas o amigos solidarios, por ejemplo—, que haga descanso en las arenas de Girón y aquí proponga en son de iguales el trueque de… confituras por compotas. Podemos cerrar las infinitas tablas del bloqueo para anotar el bello registro del comercio, y hacer del floridano Estrecho la vara que mida cuánto nos acerca en vez de ver en él pared y distancia.
Podemos… claro está, podemos si no se rasga una palma o se encierra un tocororo; si no se mancha la limpia mariposa en el pelo de Celia, ni un ruido extraño pretenda acallar nuestro Himno; si no se quita la flor de un niño al retrato del héroe más distante de nuestra geografía, y si Estrella y estrellas siguen en las dos astas el apacible ondear en su patria-bandera.
Podemos eso y más porque Cuba solo sabe querer. Nunca aprendió la enemistad —fue siempre aventajada alumna en lo contrario— y a estas alturas de su fervor climático, no tiene vocación alguna por los hielos.
(Tomado de Juventud Rebelde )