Honduras, Un país secuestrado y olvidado

Abr 22, 2019

Por: Ricardo Salgado

Para los hondureños, la vida cotidiana encierra todos los días un poquito más de incertidumbre y miedo, pero para los medios de comunicación internacionales, este país simplemente no existe. El Golpe de Estado de junio de 2009 fue el momento de “estrellato” para esta tierra centroamericana, de la que nadie sabe nada, pero que es de incalculable valor para los halcones de Washington. En este país, diez años después, los que perpetraron el golpe militar, siguen gobernando, pero eso dejo de ser un problema hace mucho tiempo.

A pesar de que el golpe de estado fue un golpe evidente contra la Alianza Bolivariana para los Países de América (ALBA), y de que, a partir de entonces, este territorio de 112 mil kilómetros cuadrados se convirtió en un centro experimental para el neoliberalismo, la guerra contra las drogas, la agresión total contra la revolución bolivariana de Venezuela, y mucho más, todos parecen tener mucha facilidad para pasar por alto lo que aquí sucede.

En términos de cifras, el país representa mas o menos el cuadro perfecto para una tragedia humanitaria. Con 7 de cada 10 hondureños viviendo en pobreza, y 4 de cada 10 viviendo con menos de dos dólares al día, es difícil pensar que la gente se alimenta. Las secuelas del neoliberalismo se asemejan mucho a las de una guerra; los hospitales públicos son centros de fatalidad, que carecen del cuadro básico de medicamentos, y eso que este país no está expuesto a ningún bloqueo económico.

La educación publica no existe, y el gobierno se ha dedicado a “evangelizar” mientras militariza la sociedad. De hecho, existe un programa especial para niños, que se llama “Guardianes de la Patria”, destinado a que los infantes reciban instrucción básica militar a cargo de soldados. Tremendo cocktail, religión y armas, el cuadro perfecto de un régimen que hace días muestra su carácter fascista. No es Bolsonaro, con sus declaraciones desquiciadas, ni las declaraciones absurdas de su gabinete de gobierno, los precursores del imaginario fascista en América Latina, en Honduras, los diputados al Congreso Nacional, hace años leen la biblia antes de iniciar sus reuniones.

El estado de derecho, ideal del liberalismo, es una caricatura en Honduras. Juan Orlando Hernández es propietario de todas las “instituciones”, y ya tiene “acciones” en las que están por crear ellos mismos. Este país, parece una película mala del far west gringo en el que una banda de forajidos llego al pueblo, mato al sheriff y ahora dicta las reglas por las que vive y muere la sociedad entera.

La “oposición” como entidad no existe, aunque los gringos se las han arreglado para crear un grupo heterogéneo en el que conviven liberales que apoyaron el golpe de estado en 2009, resentidos con el régimen, partidos de derecha, y hasta sectores de ONG, todos adversarios feroces al Partido LIBRE, enemigo que comparten con la elite golpista cuya cara visible es Juan Orlando Hernández. Sobre la narrativa de este collage, se ha construido un imaginario bastante silencioso, que evita que salgan noticias de Honduras al exterior.

El discurso de la anticorrupción, inoculado desde los propios Estados Unidos, es el eje sobre el que ese grupo “oposición” aspira a forzar una especie de “primavera catracha”, bajo el presupuesto de que Estados Unidos, eventualmente, tomara la decisión de separar del cargo Hernández. No cabe duda, de que aquí se esta experimentando, una vez más, un proceso social despolitizado para neutralizar potenciales “resultados indeseados”. Ya vivimos dos fraudes electorales, el segundo de ellos en 2017, en el que Luis Almagro (¿Casualidad?) fue un gran protagonista.

 

El régimen de Hernández, sin embargo, fue reconocido por todos los países posibles. Su historia en política exterior reciente es elocuente: el primero en abrir embajada en Jerusalén, el primero en reconocer a los golpistas venezolanos y en expulsar a los diplomáticos del gobierno legítimo. Mientras en el país, la violencia es una constante, pululan las bandas paramilitares al puro estilo de la Colombia uribista.

Sin embargo, todos los países parecen entender a esta Honduras como una de las “joyas de la corona” imperial. Parece incluso innecesario hacer cualquier esfuerzo por divulgar las realidades que se dan aquí. Cuando fue asesinada la compañera Bertha Cáceres, la enterraron como una distinguida “ambientalista” y la embajada americana participo del velatorio, ahí mismo le escondieron su condición de luchadora social, y su posición esencialmente antiimperialista.

No se puede hacer un resumen bastante bueno para que diga todo, pero para quienes nos leen, deben saber que si existe lucha antiimperialista y anticapitalista en Honduras. Hace apenas unas semanas, el Coordinador General de LIBRE, expresidente José Manuel Zelaya Rosales, proponía en su ponencia en el Seminario del PT en México, la creación e un Instituto de Estudios Estratégicos Regionales, para construir nuestros argumentos como latinoamericanos, para no seguir la idea hegemónica de que hay países que si y otros que no. Un centro que haga un plan, y cumplamos con lo que planteaba José Martí: “un plan contra otro plan”.

Para muchos, valdría la pena ver Honduras de cerca, porque, irónicamente, puede resultarle un vistazo al futuro. Mientras, este país que lucha, sigue secuestrada por los mismos golpistas de 2009. A esta altura, bien podría hablarse de la necesidad de crear un Grupo Internacional de Solidaridad con el Pueblo hondureño, la situación bien lo amerita