Honduras, otra vez punta de lanza de Estados Unidos en Centroamérica
La confirmación del envío de un nuevo contingente de marines de Estados Unidos a Centroamérica despertó alarma en buena parte del mundo y son varios los que consideran amenazante este movimiento en el tablero político latinoamericano.
Honduras, célebre por el uso que siempre le dio el país norteño como punta de lanza contra sus vecinos, recibirá la mayoría de los 280 soldados anunciados para entrenar a las fuerzas locales contra el crimen organizado y tareas de rescate ante desastres climatológicos, según el Comando Sur.
“La fuerza de tarea especial, con tropas de tierra, aire y mar, será enviada por etapas a partir de esta semana, y el grueso del grupo (180 miembros) estará estacionado en la base militar de Estados Unidos en Palmerola, 70 kilómetros al norte de Tegucigalpa”, anunció el 25 de mayo esa dependencia del Departamento de Defensa.
El comunicado puntualiza que “los marines estarán en posición de agrupar personal y equipos rápidamente en la región si son requeridos ante una situación de emergencia”.
Añade que el resto de la tropa será distribuida entre Belice, El Salvador y Guatemala para realizar tareas de cooperación en seguridad que se adapten a la necesidad de cada país.
El Comando Sur de Estados Unidos señaló que la mayor parte del grupo militar llegará al área la primera semana de junio - cuando comienza la temporada de huracanes- y permanecerá hasta noviembre.
Poca sorpresa causó tal confirmación en quienes siguieron en los medios de prensa el proceso previo a la llegada de esta nueva brigada de marines de Estados Unidos a Honduras, coordinada y aprobada hace poco más de un mes por el Gobierno de Juan Orlando Hernández.
De hecho, poco antes del anuncio del Comando Sur, 300 militares y civiles estadounidenses participaron en un ciclo de entrenamiento en el país con sus contrapartes hondureñas relacionado con la lucha contra el crimen organizado, según el periódico El Heraldo.
REACCIONES ANTE EL ANUNCIO
Ante el anuncio, varios analistas coincidieron en que el envío de 200 marines en Honduras -y de otros 90 de los que apenas ni se comenta en Guatemala, El Salvador y Belice- puede ser la reacción del Pentágono a la creciente influencia de Rusia en América Latina.
Para el excorresponsal de The Washington Post Douglas Farah, en declaraciones a la corporación mediática británica BBC, este es el eje de tal maniobra.
Mientras, el profesor estadounidense James Petras declaró a la Radio 36 de Uruguay que la intención es crear una plataforma militar para intervenir en América Latina y en específico en Venezuela, si las próximas elecciones parlamentarias terminan en un resultado demasiado estrecho.
Según un editorial del periódico mexicano La Jornada, el nuevo despliegue de tropas de Estados Unidos en Centroamérica abrirá otro ciclo de violaciones masivas a los derechos humanos y atrocidades en la región.
“La presencia de los contingentes militares estadounidenses en Centroamérica se ha traducido en masacres, violaciones masivas a los derechos humanos, apoyo a tiranos impresentables y pérdida de soberanía para las naciones afectadas”, señaló el rotativo.
Otros seguidores del tema destacan que este despliegue militar es el más importante que realiza Estados Unidos en la zona en 30 años y que quizás sea una señal del retorno del intervencionismo a la región, la cual sufrió el embate de los conflictos internos azuzados desde Washington en los 80.
Datos aportados por el Comando Sur sugieren que los efectivos que se instalarán esta vez en la base aérea de Soto Cano de Palmerola se sumarán a los cerca de 600 soldados estadounidenses que están de modo permanente en ese enclave.
El nombre de la nueva unidad es la Fuerza de Tarea de Propósito Especial Aire-Tierra de Marines-Sur y sus miembros contarán con al menos cuatro helicópteros Sikorsky CH-53 Sea Stallion, capaces de repostar en pleno vuelo y de transportar material pesado.
Dirigentes populares, académicos y políticos en todo el continente acumulan años denunciando las operaciones encubiertas o visibles de Estados Unidos en este y otros países latinoamericanos contra la población y, en especial, contra los movimientos de protesta social.
Algunos de ellos cuestionan ahora la insistencia del Pentágono en que casi todos los marines que serán desplegados en Palmerola son ingenieros de formación y coinciden en que, aunque eso es real, también son soldados de Estados Unidos en tierra latinoamericana.
Estos están entrenados para entrar en combate en cualquier momento, como los que llegaron en septiembre de 2012 a Guatemala con el objetivo de apoyar a las fuerzas de seguridad de ese país en el Plan Martillo, estrategia presuntamente destinada a frenar el tráfico de drogas.
Wired, revista científico-social estadounidense, informó entonces que ello alentó la controversia porque ocurrió sin la aprobación del Congreso Nacional, como requiere la ley en ese territorio.
La polémica ganó espacio, además, debido a que los marines traspasaron los límites exigidos formalmente a esas misiones en Centroamérica -sólo entrenar soldados locales y colaborar en la construcción de caminos y escuelas-, y cometieron algunos atropellos contra la población civil.
Pilotos, equipos de comunicaciones e ingenieros de combate integraron ese contingente, que colaboró en la detección y monitoreo aéreo, así como en asesorías directas a tropas policiales y militares guatemaltecas, de acuerdo con la revista estadounidense.
Como entonces, voces vinculadas a los movimientos sociales expresaron su preocupación por lo que ven como acciones de Estados Unidos para reafirmar su control sobre Centroamérica, más ante el afianzamiento del sandinismo y del farabundismo en Nicaragua y El Salvador, de manera respectiva.
ESTRATEGIA DE LARGA DATA
El Consejo de Organizaciones Populares e Indígenas (Copinh) denunció en 2013 que Estados Unidos mantenía seis bases militares en Honduras, aunque Palmerola continuaba siendo la más sofisticada.
Para ese bloque civil antimilitarista, Honduras siempre estuvo en el centro de la geopolítica imperial por poseer fronteras terrestres con tres países del área -Guatemala, El Salvador y Nicaragua- y límites en el Atlántico con Belice, Cuba, Jamaica, Gran Caimán, México y Colombia.
Durante las convulsas décadas finales del siglo pasado, esta condición motivó la conversión del territorio en plataforma para intervenciones militares en sus vecinos, con el fin de frenar la revolución sandinista en Nicaragua y a las fuerzas de progreso en El Salvador y Guatemala.
“Estados Unidos prepara en Honduras, a través de maniobras militares casi permanentes, una infraestructura militar complementaria de la base norteamericana en el Canal de Panamá”, alertó en 1984 la revista nicaragüense Envío.
Analistas vinculados a ese medio mostraron en la época la relación de esa estrategia con lo sugerido por expertos estadounidense en los Documentos de Santa Fe, erigidos programa de la política de Estados Unidos hacia América Latina desde que saliera el primero en mayo de 1980 hasta el cuarto, en 2000.
Probablemente, concuerdan, la reconfiguración del mapa político continental en este siglo reforzó la consideración de Honduras como territorio clave en Centroamérica, expresada en esos textos.
No es fortuito que en ese país se conserve Palmerola, una de las bases militares más importantes del istmo, que posee un sistema de control satelital sofisticado capaz de abarcar a manera de lupa toda la región.
La misión tradicional de los marines en esa base es monitorear toda Mesoamérica, pero también al llamado Triángulo Estratégico del Caribe, donde confluyen las Antillas y Cuba, Venezuela y Colombia, esta última cuna del tráfico de drogas que tienen como destino final Estados Unidos.
Téngase en cuenta que esta zona geográfica, pródiga en reservas de hidrocarburos, de agua y otros bienes naturales, igual constituye un puente para el control militar de la región suramericana.
“Siempre se ha utilizado a Honduras como laboratorio para el avance de la ocupación militar, el intervencionismo y la militarización, así como sucedió en los años 80 contra Nicaragua y Centroamérica. Esta vez podría ser contra Venezuela y Cuba”, expresó en declaraciones a La Radio del Sur, la coordinadora del Copinh, Berta Cáceres.
Tomado de Contrainjerencia