El país de las batas blancas, no puede estar en la lista de los países terroristas.

Por Eduardo González Viaña
El año pasado, cuando comenzaba la hecatombe, decenas de países vieron llegar a sus suelos varios ejércitos de “batas blancas”.
Eran los médicos y las enfermeras de Cuba que acudían a prestar su ayuda ante la pandemia.
La mayor parte de la población del mundo está afectada por este verdadero cataclismo y los países, incluso los más desarrollados, han visto tambalear a los sistemas planetarios que se suponía eran los más poderosos.
Pero la ayuda llegó de donde menos se podía imaginar. “Vienen de Cuba”, decía la gente en los aeropuertos.
Quienes llegaban eran profesionales de primera y especialistas en cuidados intensivos, un verdadero modelo de brigadas sanitarias, que han viajado en misiones a decenas de países desde México hasta el Perú, Argentina y Angola, e incluso a Italia, específicamente a Lombardía, donde comenzaron los contagios.
Lo singular es que este “ejército de las batas blancas” no provenían de un país rico sino de uno muy pobre e incluso asediado por un vecino poderoso.
Tampoco se trataba de principiantes. Desde el comienzo de su revolución, Cuba hizo verdad su aspiración de tener un cuerpo médico de primera, altamente especializado y dispuesto a llevar su apoyo solidario a donde se le necesitara. A través de las décadas de su existencia, esta es la forma más evidente de la presencia de Cuba en el mundo.
Recuérdese que ocho mil quinientos profesionales de la salud cubanos llegaron a Brasil, pero el poco racional mandatario Jair Bolsonaro canceló ese programa y comenzó a expulsar a los médicos.
No obstante, ello, la falta de personal médico en el país más grande de América, obligó a que su presidente, poco tiempo después, reabriera el programa.
A pesar de eso, el último legado de Donald Trump, antes de perder la presidencia de su país fue hacer que se inscribiera el nombre de Cuba entre los países que alientan el terrorismo internacional.
Esta decisión política ha sido un acto de crueldad pues empuja al muy debilitado país hacia el submundo de los parias para los cuales la comunidad internacional debe negarles comercio,
asistencia y amistad.
Vale decir que en vez de un Premio Nobel, llega un castigo para los médicos cubanos, muchos de los cuales deben estar sufriendo un pago por su heroísmo.
El gobierno democrático de Joe Biden está limpiando a su país de las neronianas disposiciones de su antecesor.
Ahora, creemos que reivindicar a Cuba debería ser una de sus principales tareas.
Además, guarda correspondencia con la política de Barack Obama, quien restableció relaciones con su diminuto vecino y entendió que ese es el camino más humano y civilizado para la vida entre las naciones.