El arte de curar con las manos
El doctor Félix Padilla Martínez trabajó durante un año y cinco meses en el municipio brasileño de Limeira, con una población de casi 300 000 habitantes, ubicados, en su mayoría, en zonas de muy difícil acceso. Para atenderlos a todos contaban con 48 médicos, y de ellos, 38 eran cubanos, pertenecientes al Programa Más Médicos. Esos 38 médicos, entre los cuales se encontraba Félix, ya no estarán más. Y la población lo sabe. Y a la población, según nos cuenta este médico, le duele.
Un dolor que, sacando simples cuentas, sin pretender ser exactos, porque no lo es la vida, abarca a casi el 80 % de los pobladores de ese municipio. Y esa realidad es también la de cientos de miles de brasileños que verán partir a su médico cubano, el único que muchos habían tenido.
Félix ya había estado en Guatemala y en Venezuela, pero cada misión es un nuevo reto. «En Brasil, la primera barrera fue el idioma, pero poco a poco la fuimos superando. Eran muy frecuentes los pacientes con diabetes, quienes llegaban a las consultas con glicemias por encima de 500».
Antes de irnos, recuerda, «nos hicieron una despedida en la prefectura del municipio y hasta nos dieron un reconocimiento. Las autoridades del territorio están a favor del Programa Más Médicos. La tristeza en los rostros de los pacientes que se han quedado casi sin atención médica de manera súbita, es la expresión más clara de la equivocación de Bolsonaro».
Y fue Félix, este médico pinareño, quien habló, a su llegada al Aeropuerto Internacional José Martí, en nombre de los otros 202 colaboradores que arribaron este martes al país, y que fueron recibidos por el Ministro de Salud, José Ángel Portal Miranda, así como por otros funcionarios del sector y del Partido.
«Ser médico exige una sensibilidad exquisita, una gran calidad humana y una moral a toda prueba. Esos son los valores inculcados en nuestra formación. Muchos pacientes a veces se sorprendían al ser atendidos por primera vez, atendidos por primera vez como seres humanos».
Porque, según Félix, «quien trabaja con sus manos es un artesano; quien trabaja con su mente es un científico; quien trabaja con su corazón es un artista; pero quien trabaja con las manos, la mente y el corazón, es un médico cubano formado por esta Revolución».
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El vuelo en el que llegaron estos 203 colaboradores fue, quizá, como los anteriores y como los que aún están por llegar. Los doctores bajaron con banderas de Cuba y Brasil. Unos traían risas; otros, lágrimas, y todos, muchas ganas de llegar a su país, de abrazar a su familia, de superar la «turbulencia» de estos días.
Fue el viceministro de Salud Pública, Alfredo González, quien dio lectura a las palabras de bienvenida.
Recordó que, durante cinco años, miles de médicos cubanos, como ellos, habían llenado de esperanza a las poblaciones más pobres de Brasil; que la decisión de partir ha sido tan compleja como imprescindible; pero hay razones de principios insoslayables, porque estaba en juego su seguridad, la tranquilidad de sus familias, y la dignidad de un país que siempre apuesta por sus profesionales.
Insistió en que «hemos estado al tanto de sus preocupaciones, de los aseguramientos del viaje, los equipajes, el transporte interno en Brasil…y nuestro Gobierno lleva adelante un programa integral para garantizar que lleguen a sus hogares con la mayor satisfacción posible».
Luego de prestar servicios en Minas Gerais, São Paulo, Bahía y Maranhão, fundamentalmente, y tras disfrutar de su merecido descanso, «algunos volverán a sus puestos de trabajo, otros se prepararán para nuevas misiones o cursar estudios de postgrado, pero todos continuarán brindando su aporte a la Patria».
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Reinier Romano Ramos es de Santi Spíritus. Esta era su primera misión, y solo estuvo seis meses en Brasil. «Aún me queda mucho por hacer en la Medicina, pero estoy muy contento por regresar», y la voz, que siempre nos delata, comenzó a sonar entrecortada.
Pero los hombres «no lloran» o no deben hacerlo, y como eso es lo que prejuiciosamente aprendemos, Reinier se enjugó las emociones, porque si dijera lágrimas lo delataría, y nos contó que estuvo en el municipio Guarujá, que no olvida la gratitud de los brasileños, la acogida que le dieron, como tampoco olvida a sus muchos pacientes con tuberculosis, sífilis, dengue, zika…
Y como siempre hay experiencias que te marcan, habló de una señora que llevaba más de un año sin servicio médico hasta que llegó a su consulta, donde comenzó a recibir tratamiento para su insuficiencia cardíaca.
El Español, comentó, no se le daba muy bien, pero el Portugués tiene mucho en común con nuestro idioma, y antes de partir le escuché decir, muy clarito, ¡Viva Fidel! Y para él fue suficiente.
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Luego de un año y medio en Carapicuíba, una zona de expendio de drogas, la doctora Regla Truffín, aprendió a «meterle miedo al susto». «Al inicio, cuando llegamos, muchos dejaron de atenderse en las consultas privadas y otros se atendieron por primera vez. A partir de ahora, allí la medicina volverá a ser un lujo».
Según Regla, compartió casi todo el tiempo con profesionales brasileños, quienes le aseguraron que habían votado por Bolsonaro, pero luego de ver como desmanteló en un abrir y cerrar de ojos el Programa, no fueron los pocos los que se acercaron a decir: «doctora, nos equivocamos».
Esta fue una de las doctoras que traía la bandera cubana, una grande, que no llegó con risas, porque aún siente muy cerca a quienes le pedían que no se fuera; que no se decidía a bailar con Gallo de pelea; y que al final me pidió: «especifica que soy de El Santo, en Villa Clara, porque a mis guajiros de allí les gusta que yo diga bien claro de dónde soy».
(Granma-Pensando Américas)