#EEUU, lobo escondido bajo la piel de oveja

Por Arthur González
¿Qué sucesos terribles han ocurrido en el mundo en el que Estados Unidos no tenga responsabilidad? Casi ninguno para no ser absoluto.
Sin embargo, se dan golpes de pecho autodefiniéndose como “paladines” de los derechos humanos, la libertad y la democracia en el mundo.
El 6 de agosto Japón conmemoró 73 años de una de las acciones más criminales de la historia, los bombardeos a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, por aviones estadounidenses que lanzaron por primera vez la bomba nuclear, matando a cientos de miles de civiles inocentes, cuantiosos heridos y mutilados de por vida, la destrucción de casas, fábricas, escuelas, hospitales y centros de recreación, además del padecimiento de cáncer y otras enfermedades, durante varias generaciones de japoneses.
En vez de remordimiento, Estados Unidos manifiesta otro sentimiento: superioridad militar por encima del resto del mundo y prepotencia que, como bandera, enarbolan hoy en día para recordarle a quienes se le enfrenten que pueden destruirlos en minutos.
Recientemente el presidente Donald Trump, autorizó el lanzamiento de la llamada “bomba de todas las bombas”, en una base aérea de Siria, para evidenciar su gran poderío armamentístico, aunque ello signifique un desafío a la paz.
Otras acciones de destrucción y muerte causadas por los “campeones” de los derechos humanos, fueron la guerra de Corea, la invasión mercenaria a Cuba por la Bahía de Cochinos, la guerra contra Viet Nam, Laos, Cambodia, la intervención militar en República Dominicana en 1965, la participación de la CIA en todos los golpes militares ejecutados en America Latina, entre ellos el de Brasil en 1964, Argentina en 1966, en Uruguay en 1967, contra el presidente de Chile, Salvador Allende, en 1973.
Otros hechos, como el apoyo a Gran Bretaña en la guerra de las Islas Malvinas en 1983, marcan a Estados Unidos en su política de muerte y destrucción; la guerra sucia en Nicaragua 1982, contra el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional; la invasión a la Isla de Granada en 1983, la de Panamá en 1989, que dejó un saldo de 3 mil muertos, varios miles de heridos y cerca de 15 mil personas quedaron sin casas por los bombardeos yanquis.
Haití fue otra víctima de las tropas estadounidenses en la llamada “Intervención Democrática”, repetida en el 2004, cuando ocuparon militarmente el país, bajo el viejo pretexto de “proteger los intereses yanquis e imponer el orden”.
A lo anterior hay que sumarle el golpe militar en Venezuela 2002 y en Honduras 2009, donde la CIA, y otras agencias de inteligencia yanquis, unidas a las acciones de presión diplomática del Departamento de Estado, dejaron una cifra elevada de muertos y heridos, violando los sistemas democráticos para derrocar a presidentes elegidos legalmente por el pueblo.
La Operación Cóndor, ejecutada entre 1975 y 1983 en varios países de Latinoamérica, para respaldar las dictaduras militares impuestas y apoyadas por Washington, como las de Chile, Argentina, Venezuela, Paraguay, Uruguay, Brasil y Bolivia, es un vivo ejemplo de cómo actúan los yanquis para mantener su dominio político, militar y económico.
Los planes para asesinar a líderes políticos no aceptables para Estados Unidos, en una muestra fehaciente de su falta de escrúpulos y la violación del más elemental de los derechos, la vida.
Entre los casos más relevantes está el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, víctima de cientos de intentos de asesinato, lo que fue certificado por el Comité Selecto establecido por la Comisión de Inteligencia del Senado, denominada Comisión Church, la cual realizó un estudio en 1975, de algunas operaciones de la CIA contra la vida del presidente cubano.
Para no dejar dudas de la capacidad de matar que tienen los yanquis y su carácter imperialista, basta decir que provocaron el pretexto de las Torres Gemelas, destruidas por un grupo seleccionado de extremistas, evidentemente reclutados por oficiales encubiertos de la CIA aparentando ser árabes, que deseaban “luchar contra Estados Unidos”.
Esa operación bien diseñada y guardada como una de las joyas más valiosas de la CIA, permitió llevar a cabo la invasión de Afganistán, donde la muerte de miles de civiles aún permanece vigente, unida a la de Irak bajo el empleo de otra mentira, la presencia de armas biológicas por Sadam Husein, que jamás se encontraron, pero fomentaron un gran rio de sangre, muerte y destrucción, sin solución a la vista.
El asesinato del presidente de Libia y la invasión de ese país, amplía la lista de crímenes cometidos en nombre de la “democracia” made in USA”, apoyado por países de la OTAN que se mancharon igualmente con sangre inocente, seguida por la guerra contra el pueblo sirio, que le cuesta diariamente cientos de millones de dólares a los contribuyentes norteamericanos.
África no queda aislada, Yemen, Chad, Somalia y otros países de la región, sufren de igual forma por la sed imperialista de apoderarse de sus recursos naturales, estimulando revueltas internas que han desestabilizados países que habían vivido en calma.
En fin, los pueblos del mundo conocen bien la lección de lo que es la “democracia”, “los derechos humanos” y “la libertad” que imponen los yanquis a lo largo y ancho del mundo, con sus bombas, tanques, destructores y portaviones.
Basta de engaños y mentiras, al lobo siempre se le ven los cascos debajo de su disfraz de oveja, y como expresara José Martí:
“Las cosas han de decirse descarnadamente, para que resulten como son”. (Pensando Américas-Las Razones de Cuba)