El imperio posa sus ojos sobre Centroamérica y esto debería llevarnos, despojados de toda ingenuidad, a comprender los peligros que históricamente ha entrañado su presencia activa en el devenir de nuestros pueblos y de nuestras repúblicas, y que ahora, de nuevo, nos emplaza para pensar nuestro lugar en el continente y en el mundo.