Cuba y la paz en Colombia

Ago 14, 2020

Cuba y la paz en Colombia

Los aportes de Cuba a la paz de Colombia no son nuevos. Desde hace décadas este país ha hecho importantes esfuerzos para ayudar a resolver de manera dialogada el conflicto que nos desangra y prestar apoyo humanitario en diversas y complejas situaciones de nuestra historia. Podemos decir que para Cuba esto es una cuestión de principios. Esta conducta es difícil de comprender y tolerar por parte de la oligarquía colombiana y sus sectores de extrema derecha, movidos por el interés económico, la mentira y la cobardía. De ahí los ataques reiterados de estos sectores hacia la labor de Cuba en el mundo y, en particular, contra sus esfuerzos por la paz de Colombia. Uno de los caballitos de batalla de la recalcitrante derecha neogranadina contra Cuba es el supuesto apoyo de este país a las guerrillas colombianas. Para desestimar esta aseveración basta leer el libro de Fidel, “La Paz en Colombia”, texto muy vigente para estos días. En este el dirigente histórico de la revolución revela hechos que demuestran su verdadero papel y relación con la insurgencia latinoamericana y colombiana y, dicho de paso, da luces que ayudan a entender el complejo presente de estas organizaciones en el país, unas ya en la legalidad y otras aun en armas.

En el libro en cuestión, Fidel explica el ánimo que ha guiado a Cuba en el propósito de ayudar a Colombia en la consecución de la solución política dialogada, respetando la soberanía colombiana, los criterios de los sucesivos gobiernos y de las estructuras insurgentes: “Cuba venía esforzándose por encontrar una solución para Colombia (…) Habíamos ofrecido nuestro territorio como sede para cualquier conversación de paz, con el único requisito de que no participaríamos en las negociaciones ya que el problema debía resolverse exclusivamente entre colombianos sin ningún tipo de presión internacional.”[1] La conducta de los cubanos se rige por sus inamovibles principios morales y éticos. En 1983 una estructura del ELN secuestró al hermano de Belisario Betancur, Jaime Betancur. Fidel envío una carta pública al presidente en la que señalaba: ”Como revolucionario siempre he creído que la ética es un principio irrenunciable, sin el cual incluso la más justa y limpia de las causas políticas puede ser irreversiblemente dañada y mancillada.

No es ética, ni es política, ni es justa bajo ningún concepto, a nuestro juicio, esta acción contra un familiar allegado suyo. Dañarlo físicamente o privarle de la vida, sería un crimen que no pueden cometer jamás quienes verdaderamente actúen en nombre de ideas revolucionarias.” En carta subsiguiente, sobre el mismo hecho expresa: ”Cuba realmente no se honra ni se puede sentir jamás honrada con la adhesión de quienes realicen tales hechos, carentes de ética y del más elemental sentido político…” Es importante la manifestación que hace en una reunión con guerrilleros de la Coordinadora Guerrillera, refiriéndose con tono sincero a las pretensiones del gobierno Gaviria: ”Claro, lo que (ellos) pretenden de nosotros es que influyamos. Nosotros les hemos dicho con bastante claridad que no podemos influir en los acontecimientos; hemos sido siempre muy cuidadosos en nuestras relaciones con los movimientos revolucionarios, hemos respetado sus puntos de vista (…) Si mantenemos relaciones con el movimiento revolucionario, es porque nosotros nunca hemos tratado de estar ejerciendo ningún tipo de influencia, de hegemonismo, cosas de esa naturaleza”. Respecto a la relación con las FARC en particular comenta Fidel: “No siempre fue Cano amable con la Revolución Cubana. A veces se producían eventos internacionales en los que no se invitaba a las FARC, o se desarrollaban de forma que no les agradaba, y la tendencia era culpar a nuestro Partido (…) También podían producirse errores reales de nuestros cuadros en sus contactos con ellos (…) Lo único innegable ha sido siempre nuestro respeto por las prerrogativas de las fuerzas revolucionarias de cada país. Nuestro encuentro con los jefes guerrilleros colombianos lo demuestra.”

Según relato corroborado por el propio Andrés Pastrana en su libro “La Palabra Bajo Fuego”, el jefe de la revolución cubana, mostrando su empeño en la solución dialogada para nuestro conflicto, le dijo: “Si usted cree que la presencia mía es importante para avanzar con las FARC, estoy dispuesto a ir a San Vicente del Caguán (…) a hablar con ellos (…) Yo estaría dispuesto a conversar con ellos y explicarles por qué, a mi juicio, había que buscar la paz. Si usted autoriza (…) yo viajaría con ese único objetivo”. Abusando del recurso de las citas que en este caso se hacen necesarias para expresar importantes puntos de vista que desvirtúan por sí solos la falacia del tal apoyo de Cuba a la insurgencia colombiana, traigo a colación esta que deja ver algunas diferencias que Fidel tuvo con Marulanda en cuanto a la concepción de la guerra revolucionaria, a saber: “Yo discrepaba con el jefe de las FARC por el ritmo que asignaba al proceso revolucionario de Colombia, su idea de guerra excesivamente prolongada. Su concepción de crear primero un ejército de más de 30 000 hombres, desde mi punto de vista, no era correcta ni financiable para el propósito de derrotar a las fuerzas adversarias de tierra en una guerra irregular (…)” “Es conocida mi oposición a cargar con los prisioneros de guerra, a aplicar políticas que los humillen o someterlos a las durísimas condiciones de la selva (…) Tampoco estaba de acuerdo con la captura y retención de civiles ajenos a la guerra. Debo añadir que los prisioneros y rehenes les restan capacidad de maniobra a los combatientes.

Admiro, sin embargo, la firmeza revolucionaria que mostró Marulanda y su disposición a luchar hasta la última gota de sangre.” Por cuestiones de espacio no me extiendo en más referencias, simplemente mencionaré como ejemplos dos episodios más en los que Cuba y Fidel jugaron un papel relevante respecto al conflicto colombiano: El primero es, si se quiere, de índole más íntima o secreta, el secuestro de un hermano del expresidente Cesar Gaviria: la situación fue resuelta gracias a la intermediación humanitaria de Cuba solicitada por el mismo Gaviria. En esta ocasión Fidel designó a dos altos funcionarios de la diplomacia cubana, quienes arriesgaron su vida in situ para que se diera la libertad al señor Juan Carlos Gaviria. El segundo es de más público conocimiento: la intermediación de Cuba para resolver la toma de la embajada de República Dominicana por parte del M-19.

En ese sentido, los embajadores y jefes de negocios retenidos en aquella ocasión extendieron sendos agradecimiento a Cuba por la valiosa gestión que llevó a cabo, respetando la voluntad de las partes negociadoras y facilitando lo pertinente para una salida incruenta. Tristemente, menos de un año después de esa gestión humanitaria de Cuba, una vez más Colombia rompió relaciones con ese país, de manera grosera, basándose en especulaciones, calumnias e infundios. Al respecto explicó el líder cubano: “Nuestro país podía guardar discreto silencio frente a un diluvio de calumnias, pero nunca dijo una mentira. No entregamos armas ni financiamos al M-19.

El propio gobierno de Turbay Ayala le había entregado a esa organización un millón de dólares cuando negoció con el comando. Entonces esa suma tenía mucho más valor que ahora, se podían adquirir con ella miles de armas. Sin embargo, ni siquiera cuando Turbay Ayala rompió con Cuba acusándola de armar al M-19, dijimos una palabra sobre el asunto.” Sería también demasiado extenso relacionar aquí los casos en que Cuba ha sido agredida por la política exterior colombiana, la cual siempre ha obedecido las determinaciones de EEUU. Sim embargo, debido al papel determinante que jugó Cuba en la consecución del Acuerdo de La Habana, es mucha más grosera y vergonzosa la actitud desagradecida del estado colombiano hacia ese país hermano. No obstante, Cuba seguirá fiel a su política de principios basada en la solidaridad, esforzándose desinteresadamente por la consecución de la paz en cualquier parte del mundo.

[1] FIDEL CASTRO. La Paz en Colombia, Editora Política, La Habana, 2008. Todas las citas de este artículo son de este libro.