Durante sus años en el Senado, Obama se mostró como un hombre idealista, partidario de promover un cambio en Estados Unidos. Con ese espíritu se lanzó a la carrera por la Casa Blanca, asistido por un núcleo intelectual al que preocupaba el declive del liderazgo global como resultado del manejo demente de la administración Bush en materia de política exterior y su lenta reacción ante la crisis de 2008. Tres personalidades tendieron la mano a Obama: Zbigniew Brzezinski, compañero de claustro en la Universidad de Columbia; Joseph S. Nye, director para América del Norte de la Comisión Trilateral y teórico del soft power (poder blando); y George Soros; los tres defendían un replanteamiento de las concepciones de Estados Unidos tanto en política externa como doméstica.