URUGUAY, 3 de marzo de 2014.Una de las preguntas que surgen, después de transitar muy exitosamente las primeras dos cumbres de la Celac, es cómo dinamizar con políticas concretas un mecanismo que trascienda y sea algo más que un foro y un momento de encuentro anual entre los presidentes -cuestión de por sí valiosa- y la formulación de un conjunto de declaraciones sobre temas importantes de la agenda regional y global y reuniones periódicas ministeriales.
Surgida de las luchas continentales contra el neoliberalismo, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) empezó a tomar forma en la llamada Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe (Playa del Carmen, México, febrero de 2010). Ocasión que algunos recordarán por el incidente entre Hugo Chávez, y el matón colombiano que entonces ocupaba el Palacio de Nariño:
El acoso a Venezuela reverdece, en el marco de un prolongado proceso de golpe continuo que ya tiene casi 14 años y donde destaca el papel estelar que juegan los medios de comunicación hegemónicos, con su libreto cartelizado de mentiras y manipulaciones, repetido en diferentes idiomas.
El desarrollo de América Latina y el Caribe sigue siendo una tarea inconclusa. Si bien en materia macroeconómica se lograron avances que contribuyeron a enfrentar de mejor manera la reciente crisis, esta ha dejado al descubierto viejas y nuevas restricciones estructurales a los países de la región, que se reflejan en la persistencia de importantes brechas sociales, productivas, fiscales y ambientales.